Es un tema de conversación en la calle de Cáceres y no vamos a evitarlo.
Nos referimos a la expropiación por el Estado del grupo “Rumasa”, que nos ha sorprendido a todos los españoles y también a
los cacereños, que también somos españoles y también tenemos capacidad de
asombro.
Ha habido y hay opiniones para todos los gustos, unas a favor de la
expropiación y otras en contra, aunque la verdad es que el que comenta esto y
posiblemente muchos de los que expresan estas opiniones no sepamos una palabra
de finanzas, pero valgan como muestra de lo que por ahí se dice. Según un jurista
el Gobierno socialista ha dado un primer paso a la nacionalización de empresas,
un poco precipitado y quizás como globo sonda, pero con intención de
nacionalizar, basándose en esos débitos de “Rumasa”,
como si las empresas o entidades del Estado lo tuvieran todo saldado, por
aquello de dar ejemplo. Pero ahí está el Ayuntamiento socialista de Madrid
debiendo cinco mil millones de pesetas a la Seguridad Social, o un montón de
empresas estatales como esas de Málaga que no pagan a sus obreros desde el
pasado enero. En definitiva, según él, que el Gobierno no tiene las manos
limpias en este sentido como para tirar la primera piedra, si es que la piedra
se tira por eso sólo.
Para otros el asunto ha sido el 23-F económico y conmemorativo del Gobierno
socialista como “contragolpe” al otro.
Lo que sí ha causado asombro es la repentina y sigilosa decisión del
Gobierno, porque hay quien sigue resistiéndose a creer que estas cosas puedan
suceder en España, sin medir, como quien dice, los aspectos negativos de
medidas como ésta.
Los asombrados olvidan que en España desde siempre han ocurrido las
cosas más peregrinas, imprevistas y a veces de fatales consecuencias que
imaginar se puede. Ejemplo histórico de ello puede ser la desamortización de
los bienes del clero, de Mendizábal, que creó peores situaciones de las que
trató de resolver.
Para otros la nacionalización de “Rumasa”
es una especie de pulso sobre las nacionalizaciones de otras empresas. Hay
cierto temor por aquello de “las barbas
de tu vecino” y también porque el señor Boyer puede levantarse otro día con
los “pantalones a cuadros”. ¿No queríamos
cambio? Pues que le pregunten a Ruiz Mateos si lo ha habido o no.
Diario HOY, 26 de febrero de 1983
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