Hablando de pueblos cacereños desaparecidos se nos olvidó citar uno
cuyo nombre ha quedado casi olvidado, aun a pesar de tener mucha historia a sus
espaldas. Se trata de la villa llamada Puebla de Naciados, de la que Pascual
Madoz, en su “Diccionario”, dice que todavía
en 1842 tenía una población de 30 vecinos y 164 almas.
Perteneció al partido de Navalmoral de la Mata y a finales del siglo
pasado quedaban de ella sólo dos tabernas, para los transeúntes del Campo
Arañuelo y de la Vera, que por allí cruzaban, siendo lo demás ruinas.
Estaba cerca de El Gordo, último pueblo de Cáceres hacia Toledo, y los
pueblos de Valdeverdejas, El Torrico y El Gordo, poseían ya en esas fechas
todos sus terrenos de propios. Últimamente se la citó como “Puebla de Naciados lugar de el Gordo”,
ya que sus últimos vecinos se trasladaron a este último pueblo.
Se daba el caso de estar enclavada en una encrucijada de provincias y términos,
ya que los pueblos de Valdeverdejas y El Torrico pertenecen a Toledo, y El
Gordo a Cáceres, siendo todos ellos de la diócesis de Ávila, lo que no deja de
ser curioso y produjo complicaciones en el pasado.
No obstante, el enclave entre territorios distintos, aun desde la época
romana, fue la razón de su nacimiento y a cuenta de ello voy a referir lo que oí
contar en tiempos al sabio profesor, ya desaparecido, don Miguel Ángel Orti
Belmonte.
El verdadero nombre de ese lugar, en época romana, fue “Nacias” o “Puebla de Naciacos”. Según él decía —yo no lo sé— los “naciacos” (no “naciados” como se dijo posteriormente) eran una especie de espías
mercenarios, de la época romana, que servían información al mejor postor, o
efectuaban rapiñas por parte de quien los pagaba. Este carácter aventurero de
estas gentes lo heredó el pueblo cacereño de El Gordo, del que se dice por toda
aquella comarca: “Recoger el hato, que
vienen gordeños”, para señalar que son gentes de poco fiar, como deberían
serlo sus antecesores los “naciacos”,
por lo que ya referimos, puesto que en las guerras de romanos, iberos y celtas,
ellos fueron un enclave de espías al servicio de Roma… Como me lo contaron se
lo cuento a ustedes.
Diario HOY, 17 de febrero de 1983
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