(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Un 1 de febrero, pero de 1510, moría en Cáceres fray Pedro Ferrer, el
franciscano que, mediante un milagro, logró terrenos y dineros para construir
el convento de San Francisco, hoy convertido por la Diputación en una magnífico
centro cultural.
Este milagro es de sobra conocido en Cáceres. Nuestro Fuero prohibía
dar terrenos a las órdenes religiosas y aunque fray Pedro se reunió en
repetidas ocasiones con el Ayuntamiento de entonces, no hubo forma de sacarles
el permiso. Cuando ya desistía de este empeño, saliendo de Cáceres, se paró a
herrar su mula en un potro, cruzándose con el caballero cacereño don Diego
García de Ulloa “el Rico”, al que
pidió limosna para este menester, respondiendo el caballero que nunca llevaba
dinero encima; insistió el fraile y por milagro encontró una moneda de oro en
su faltriquera. El milagro allanó todas las dificultades y el mismo don Diego
cedió terrenos y dineros para construir el convento.
Pero hay otros milagros de fray Pedro Ferrer, ocurridos en Cáceres, y
menos conocidos, como el que vamos a narrar.
El fraile fundador vivió en Cáceres, en el convento que había fundado,
treinta y ocho años, y ni que decir tiene que uno de los benefactores de dicho
convento fue el propio Ulloa “el Rico”.
Se cuenta que faltando el vino para las misas del convento, el
frailecito salió a pedirlo de limosna a los vecinos de Cáceres. El año había
sido tan estéril que no había ni una gota de vino en todo Cáceres por más que
el fraile buscó en todos sitios. Finalmente recurrió a su benefactor, don
Pedro, que le dijo que todas las vasijas de sus bodegas, por la misma razón,
estaban secas y no veía la forma de sacar ni una gota de ellas, aun siendo esta
necesidad del vino para el culto muy digna de atenderse. Insistió el fraile y
el caballero le acompañó para que viera la verdad de lo que había dicho, y cual
no sería el asombro de éste cuando encontró todas las tinajas de su bodega, que
él había dejado secas y agotadas, llenas hasta arriba del mejor vino que había
conocido. Ni que decir tiene que el asunto se achacó a un nuevo milagro de fray
Pedro, que hizo otros muchos antes de su muerte. Ocurrió ésta en Cáceres,
siendo enterrado en el propio convento de San Francisco.
Diario HOY, 3 de febrero de 1983
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