Está en la calle y discutiéndose el asunto de la “canción de las Vulpes” del que tengo que decir que yo no tengo más
referencia que lo que de él se viene contando, porque yo no oí ni presencié la
tal canción, pero por el repudio de una mayoría de gentes que me merecen el
mayor respeto y no considero gazmoñas, tengo que considerar que ha sido un
desgraciado asunto del que al menos, los autores del hecho, deberían estar
arrepentidos.
Lejos de eso —y esto sí lo escuché—, Radio Nacional hizo una encuesta
sobre el mismo, un poco dirigida, de la que podía deducirse que el no programar
cosas de este tipo era un atentado a la libertad o un recorte de la misma, y
con esto sí que no puedo estar de acuerdo.
Por encima de lo que pudiéramos llamar moral religiosa —de cualquier
religión— existe una moral del buen gusto, de la que ahora carecen algunas
minorías, una moral de lo grosero y lo zafio, que no se puede imponer a los
otros que lo repudian, y que suelen ser mayoría, porque de hacerlo no se
consigue la libertad, sino dictadura del
libertinaje, y eso ha ocurrido en todos los tiempos. Siempre ha habido y
seguirá habiendo cosas que se cuentan en privado, o se hacen en privado, que de
hacerlas o contarlas en público trasgreden esa norma de que hablamos causando
el impacto negativo que ahora ha ocurrido.
Por poner un ejemplo, contaré que, en mi época de hombre de la radio,
tuvimos un publicitario muy activo y que ganó mucho dinero, que tampoco
diferenciaba muy bien esa línea que separa lo aceptable por la mayoría de lo
que no lo es, simplemente por una inmadurez de su buen gusto. Pues bien, este
hombre propuso que se diera un anuncio en el que el locutor eructaba
ruidosamente y decía algo así: “¡Qué bien
se come con morcillas de tal marca!”. Como saben, según el diccionario,
eructar es “expeler con ruido por la boca
los gases del estómago”. Ni que decir tiene que aquello no se autorizó, no
porque lo prohibiera censura ninguna, sino porque lo prohibía el buen gusto de
un medio de información que va a una mayoría, a la que aquello le hubiera
parecido una guarrería.
Diario HOY, 19 de mayo de 1983
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