Aunque la tradición ferial de Cáceres se remonta al siglo XIII,
reflejada también en el “Fuero” que
le diera Alfonso IX de León, que nos concedió, nada menos, que un mes de feria,
la actual feria de mayo es mucho más joven, ya que sus antecedentes se remontan
a 1896, o sea, finales del siglo pasado y principio s de éste.
Ferias de ganados había habido siempre, y hasta con concursos para los
mejores ejemplares, que concedía el ayuntamiento allá por los años de 1862, pero
con festejos alrededor, al estilo que ahora la vemos, no la hubo hasta esas
fechas que indicamos.
Estos incipientes “parques de
atracciones”, que eran muy pequeñitos, se montaron primero en la Plaza de
la Concepción, más tarde en la de San Juan, después en Peña Aguda; en la
Avenida de la Montaña, por donde hoy está la
Escuela Normal; en el solar del antiguo INP (“la Perra Gorda”), “El Rodeo”
y la Avenida de Portugal, donde hoy está, aparte de algún otro sitio, donde se
montó como quien dice de paso.
Las ferias eran más entrañables que las de ahora y los feriantes, a
base de venir cada año, se consideraban casi como cacereños.
La familia Borza, que venía con su circo, era una verdadera entidad;
Adelina, una de las hijas, tuvo hasta novio en Cáceres. Eran conocidos y
tratados como amigos: Anita la mujer liliputiense; Juanón, el gigante y hasta
el “coquero”, el viejecito que vendía
cocos de la Habana, que se alojaba en la posada de San Pedro, y aparecía al
inicio de las ferias como anunciándolas.
La publicidad de las ferias corría a cargo de “Enrique el Saldista”, incansable voceador y bebedor que tenía su “cuartel general” en la taberna de Jerte
o en la del Sordo.
Hasta los primeros caballitos mecánicos que vinieron a San Juan tenían
nombres: “El caballo Malacara”, “El Lucero” y otros más, que los chavales
se discutían para cabalgarlos.
Era obligada la visita a “los muñecos
eléctricos y autómatas”, donde se contemplaban: un tren eléctrico,
bailarinas mecánicas, bandas de música con muñecos que se movían, y hasta una
pequeña corrida de toros, sin olvidar el “Museo
de Joselito, con la muerte de Granero”. Era una feria pequeñita, pero con
una indudable personalidad que, queramos o no, no tienen las actuales
masificadas y despersonalizadas.
Diario HOY, 27 de mayo de 1983
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