El hombre es un animal sucio, porque hay animales sucios y limpios y
todo ello se debe a los orígenes. Por regla general los animales cazadores
suelen ser limpios por la necesidad que tenían de evitar rastros, para lo que
entierran sus propios excrementos y aun los huesos de animales cazados, no sólo
para que no se los quietaran otros, sino para evitar ser ellos mismos perseguidos.
Los animales que nacieron para presas son unos descuidados y lo ensucian todo:
como la oveja, la vaca o los rumiantes en general que no se entretienen en
limpiar sus excrementos, aunque ellos sean rastro para sus depredadores. Los
animales que habitaban en los árboles como los monos y los pájaros, se quedaron
a medias de uno y otro, porque al quedar el suelo lejos de las ramas en que
vivían, las basuras aunque se acumulen molestan menos. Entre estos últimos está
el origen del hombre que es sucio naturalmente, aunque la civilización trate de
hacerle limpio y en cierto modo lo consiga, pero muy lentamente.
Si pensamos en personajes históricos como Carlos V o Napoleón, por
citar dos épocas distintas, no los imaginamos con piojos o pulgas, pero las tenían
y vivían en un entorno mucho más sucio y menos higiénico que cualquier
ciudadano vulgar de nuestro siglo. Los detergentes, los “dedetés” y los cuartos de gaño se han inventado ahora, pero el
hombre produce muchas más basuras y es la civilización y la ecología la que
tiene que mentalizarlo para que esa basura no le autodestruya a él y a su
entorno. Los plásticos, los detergentes y los pesticidas, son una forma nueva
de basuras que constituyen ya una amenaza de ahí la oportunidad del Ciclo
Ecológico que se viene realizando e Cáceres, con esos adelantados de estas
cosas que son Jesús Garzón y Santiago Hernández y también, y coincidiendo con
ello, ese vertedero controlado modernísimo que nos ha montado CONYSER.
Diario HOY, 6 de diciembre de 1985
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