Yo no sé cómo lo conseguirán en Europa, donde ahora vamos a “entrar” aunque creo que de Europa no
hemos salido nunca, razón por la que difícilmente podríamos entrar el año que
viene. Donde vamos a entrar, y esto hay que precisarlo, es en la Comunidad
Económica Europea, donde nunca habíamos estado, aunque no hayamos nuca dejado
de ser europeos. Preciso este asunto para ver si dejamos de oir esa frase tan
común como absurda de: “¡Ya somos
europeos!”
Dicho esto, vamos a tratar de un tema que nos diferencia de los
europeos grandemente, que es el de la magnífica conservación de sus monumentos
y la desastrosa conservación de los nuestros No quiero ampliar esta apreciación
a lo nacional, sino a lo que como cacereños nos atañe a todos, pues entiendo
que lo cívico comienza por tener civismo con el vecino de al lado, como la
educación empieza con ser educado con nuestra propia familia. A mí, como
cacereño, me da hasta vergüenza ver nuestros escasos monumentos, alguno de
ellos de autor importante, robados, rotos, maltratados y deteriorados por esa
falta de civismo que comienza en esos educandos —que no educa nadie— y que se dedican
al “deporte” de romper papeleras o
destrozar bancos de los paseos. Esos no serán nunca europeos, sino zulúes (y
que perdonen los zulúes por la comparación), ni serán educados nunca porque no
entienden que el compromiso de la educación trasciende de las aulas. Yo no sé,
decía, cómo conservan en Europa sus monumentos, sus pequeñas fuentes, sus
estatuas públicas que están tan nuevecitas en cualquier pueblo de cualquier
país allende los Pirineos, como nuestro Cáceres y aún más grande, pero
tendremos que enterarnos para reparar la estatua de Gabriel y Galán, con
motivos robados; la de Muñoz Chaves destrozada; las fuentes de Cánovas con motivos
ornamentales machacados, y ver la forma de que se reparen y de que esa minoría
indeseable no vuelva a atentar contra ellas.
Diario HOY, 11 de diciembre de 1985
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