Ellas lo dicen un poco en broma, pero es cierto: “En la duda, yo la viuda” y, nada menos que cinco veces más viudas
que viudos hay en Cáceres, donde las primeras llegan a las 3.000 y los segundos
escasamente a los 631. Ellas, las mujeres, no quieren que se toque el tema y
nos dan una larga cambiada diciéndonos aquello de: “Es que los hombres, nada más que enviudan, vuelven a casarse y nosotras
no”, pero no hay nada más falso si usted estima que, caso de que el número
de viudas y viudos en Cáceres fuera igual, sobre unos 3.000, y ahora se
contabilizan 631 que siguen viudos, querría decir que 2.369 viudos se habían
vuelto a casar, y la cifra es tan abultada que no hay quien se crea que tantos
hombres han reincidido en el matrimonio.
Hay algo que tenemos que reconocer los hombres y es que de eso del “sexo débil”, nada. Yo no sé a quien,
quizá allá por el siglo XVIII o antes, se le ocurrió tamaña sandez que no
entraña veracidad ninguna, porque el sexo verdaderamente débil es el masculino,
aunque nos cueste sonrojo confesarlo. Ellas, por constitución, son más vitales
y la prueba es que naciendo más varones, terminan perviviendo más ellas y en mayor
número, y al final de la meta llegan más mujeres que hombres que han ido
muriéndose por el camino, de casi nada, porque convenga conmigo en que nosotros
somos los delicados y ellas lo saben, aunque no quieran confesárnoslo nunca.
Si usted mira a su alrededor verá que hay asociaciones de viudas y no
de viudos, lo que ya es sospechoso, pero llego a más, y como no me duelen
prendas, diré que es cierto, ellas están hasta más preparadas para la vida que
nosotros que, sin ellas, y esto hay que confesarlo sin sonrojos, no somos
nadie. No quisiera hacer de esto una lucha de sexos, como hacen las feministas,
sino reconocer una simple verdad sin empacho de clase alguna.
Diario HOY, 12 de diciembre de 1985
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