Entre la Institución Cultural “El
Brocense”, de la Diputación de Cáceres, y una persona particular, don
Emilio Aterido, existe una discusión y diferencias a cuenta de un cuatro que el
primero prestó a la Institución para figurar en una exposición y que ésta le
devuelve deteriorado (a juicio del propietario) sin que se haya encontrado una
fórmula para paliar el daño, si lo hubo, y dar satisfacciones suficientes a la
persona que tan generosamente prestó su obra para que figurara en una
exposición. El caso lo conoce todo el mundo y a través de nuestro periódico se
han recogido las opiniones del señor Aterido y del director de la Institución
Cultural, el profesor Romano García, sin que hasta el momento ambas partes
hayan encontrado la solución al problema.
Dicho esto, paso a aclarar que la opinión que voy a expresar aquí es
la mía particular, por si pudiera servir para algo o, caso de no servir por
simplemente darla, ya que hoy día puede y debe hablarse de todo lo que, más o
menos, nos atañe a la larga a los cacereños particulares y a nuestras propias
instituciones. En esta caso podría comenzar como el caballero Duguesclin: “Ni quito ni pongo rey”, pero agregando
que no “ayudo a mi Señor”, sino a
ambos “contendientes”. Ambos apuntan
alguna solución, que el otro no acepta, quizás porque pueda parecer demasiado
costosa. Yo lo que pienso es que, si a esto se le da pábulo puede terminar en
otra “Maja desnuda de Cáceres” y me hago el siguiente razonamiento: ¿Qué pierde
el señor Aterido?; simplemente un cuadro con el que está encariñado. ¿Qué
pierde la Institución Cultural “El
Brocense” no dándole las satisfacciones que éste exige?; su prestigio como
entidad cultura, la fiabilidad ante los cacereños que pudieran prestarle en el
futuro alguna obra de arte y la bien ganada fama de seriedad que se tarda años
en hacer y se pierde en un momento.
Sopesando todo esto, ¿no sería más “rentable” para ambos buscar una solución, por costosa que pareciera
de momento?
Diario HOY, 4 de marzo de 1986
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