El 18 de marzo de 1983 publicaba yo en este mismo periódico y en esta
misma sección de “Ventana a la ciudad”,
una titulada: “La
historia de “los grecos” de Talavera la Vieja”, que no coincide en todo
con la versión que Carlos Zeda ofrecía ayer en nuestro periódico bajo el
título: “Piden la devolución a
Extremadura de tres cuadros de el Greco”. La versión que el autor da, para
mí, es curiosa y desconocida, ya que parte de 1927, pero el final de ella en la
que dice que esos lienzos fueron llevados a Madrid en el 59 para su
restauración, no coincide con la versión última que yo conozco, que viví
directamente, y que —por si completa su historia— narré entonces y volveré a
narrar sucintamente ahora. Puede que hasta no sea la misa historia porque él
habla de tres “grecos” y yo conozco
sólo lo sucedido a dos, procedentes de Talavera la Vieja.
Para mí es válida toda la primera parte de la historia pero no el
final que fue el que yo narré entonces. En síntesis, ese final es el siguiente:
los cuadros se tenían en Navalmoral de la Mata para llevárselos a restaurar y,
como el pueblo de Talavera quedaría inundado, se pensó instalarlos en algún museo
en Cáceres. Era entonces gobernador civil de Cáceres Alfonso Izarra, que se
desplazó a Navalmoral con motivo de no sé qué fiestas. Estando allí se presentó
un fraile que venía de parte del museo de restauración de Toledo (o así dijo
él) y que hizo ver al gobernador que mejor era que él llevara los cuatros a
mano, que enviarlos de otro modo, razones por las que Izarra autorizó al fraile
a llevárselos. Y no volvieron a Cáceres, por más gestiones que se hicieron,
quedando en un museo toledano. Esto no pudo suceder en 1959 porque Izarra fue
gobernador en Cáceres del 1964 al 1967.
Posteriormente, siendo alcalde de Cáceres Alfonso Díaz de Bustamante,
se interesó por la devolución de los cuadros a través de Gratiniano Nieto, pero
el Arzobispo de Toledo le hizo ver que Talavera la Vieja pertenecía a su
diócesis y por tanto los cuadros deberían quedar en Toledo y no en Cáceres que
era diócesis distinta. Como consolación, Gratiniano consiguió que se enviara a
Cáceres el “Jesús”, obra de la
escuela de El Greco, y otros diversos cuadros de relativo valor, que fueron la
base para hacer el “Museo del Mono”.
Esta es “mi historia”, vivida por mí, y que cuento, no por enmendar planas a
nadie, sino por aclarar la verdad.
Diario HOY, 28 de enero de 1986
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