
Para mí es válida toda la primera parte de la historia pero no el
final que fue el que yo narré entonces. En síntesis, ese final es el siguiente:
los cuadros se tenían en Navalmoral de la Mata para llevárselos a restaurar y,
como el pueblo de Talavera quedaría inundado, se pensó instalarlos en algún museo
en Cáceres. Era entonces gobernador civil de Cáceres Alfonso Izarra, que se
desplazó a Navalmoral con motivo de no sé qué fiestas. Estando allí se presentó
un fraile que venía de parte del museo de restauración de Toledo (o así dijo
él) y que hizo ver al gobernador que mejor era que él llevara los cuatros a
mano, que enviarlos de otro modo, razones por las que Izarra autorizó al fraile
a llevárselos. Y no volvieron a Cáceres, por más gestiones que se hicieron,
quedando en un museo toledano. Esto no pudo suceder en 1959 porque Izarra fue
gobernador en Cáceres del 1964 al 1967.
Posteriormente, siendo alcalde de Cáceres Alfonso Díaz de Bustamante,
se interesó por la devolución de los cuadros a través de Gratiniano Nieto, pero
el Arzobispo de Toledo le hizo ver que Talavera la Vieja pertenecía a su
diócesis y por tanto los cuadros deberían quedar en Toledo y no en Cáceres que
era diócesis distinta. Como consolación, Gratiniano consiguió que se enviara a
Cáceres el “Jesús”, obra de la
escuela de El Greco, y otros diversos cuadros de relativo valor, que fueron la
base para hacer el “Museo del Mono”.
Esta es “mi historia”, vivida por mí, y que cuento, no por enmendar planas a
nadie, sino por aclarar la verdad.
Diario HOY, 28 de enero de 1986
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