Lo que se ha dado en llamar, por no ponerle un más feo nombre, el
tráfico de influencias municipales, en el que se trata de aclarar una presunta
manipulación de poder o intereses, al menos sigue sin estar claro. Fíjense que
le llamamos “presunto” (como llaman
al jamón en Portugal) porque lo que se ha pedido es aclaración y por tanto
puede haber habido tráfico de influencias (enjuague en idioma coloquial) o
puede no haberlo habido, cosa que no sabremos hasta que no se aclaren esos
informes que se pidieron al alcalde y que el alcalde encargó a otro compañero
de su grupo, PSOE, en un pleno celebrado hace ya tiempo.
En el pleno último municipal, celebrado en la Diputación, el grupo
mayoritario de la oposición, a través de su portavoz, Saponi, volvió a
solicitar de nuevo al alcalde informes sobre esas supuestas irregularidades a
las que se llama tráfico de influencia, y el alcalde pasó la pelota (o la
patata caliente) a su compañero de grupo Alfonso Ambrosio que, como concejal
encargado de personal, es el que tiene la obligación de aclarar cuanto de feo —o
bonito— haya en este asunto y decir si eso que piadosamente lo llaman presunto tráfico de influencias ha sido cierto, o
se ha tratado simplemente de un infundio, cosa que habría de aclararse cuanto
antes, porque las cosas que no se aclaran llegan a pudrirse y acaban oliendo
peor de lo que deberían haber olido de
airearlas a tiempo. Alfonso Ambrosio, hombre inteligente, se ha tomado el
asunto con mucha calma, pero la calma es mala en estas cosas sobre todo para un
partido que presume de 100 años de honestidad, en la que yo creo, pero que como
en el caso de la mujer del César, hay que demostrar cuantas veces haga falta,
ya que importa tanto ser honesto como parecerlo, y los retrasos en aclarar lo
que el pueblo comienza a llamar “presunto”
enjuague, no huelen precisamente a rosas.
Diario HOY, 18 de marzo de 1986
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.