
El cuento tradicional dice que de momento el enfermo se enfadó mucho,
pero que luego, a solas, probó el método recomendado por el galeno y le dio tal
resultado que no volvió a padecer dicha aparente enfermedad, sólo con el empleo
de jabón y agua.
Cuando yo era niño, en mi escuela, nos daban unos aleluyas sobre
higiene, que no sé si estaban tomadas de los consejos de Sorapán de Rieros,
pero que lo parecía, y que entre otras cosas decían: “Dos buenos amigos son, siempre, el agua y el jabón”. “Si queréis estar muy sanos, lavaros mucho
las manos”, como consejo este último que dicen aplicaba en vida el propio
Poncio Pilatos, que tuvo una salud de hierro.
Viene todo esto a cuento de la simplicidad alarmante que nos sirvió
noches atrás la Televisión Española, con profusión de primeros planos de la
Central Nuclear de Almaraz, en la que, más o menos, nos dijo que se habían detectado
contaminaciones nucleares en algunos obreros de esta central cacereña, lo que
había producido cierta alarma, pero agregaba en seguida: “No obstante se da el caso de que los obreros afectados no han sufrido
baja en su trabajo y les ha desaparecido la contaminación sólo con el empleo de
gua y jabón.”
El descubrimiento es genial y a mi modo de ver digno de patentarse,
porque de ser así todas esas alarmas de los entornos de estas centrales se
subsanan teniendo agua y jabón a mano. Yo, por si acaso, he puesto una pastilla
y una jofaina bien a mano de cada miembro de mi familia.
Diario HOY, 10 de diciembre de 1982
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