“Vive Dios que no lo sé
si es o no cosa moderna,
pero venturosa fue
la invención de la taberna.”
Esta es una cuarteta clásica que figura aún en algunas de las pocas
tabernas que nos van quedando en las ciudades españolas, donde —no sé por qué
moderna imitación a lo extranjero— estamos tratando de sustituir tan rotundo
nombre por otros nombres foráneos como “pub”,
“nic-club”, etc., despersonalizando
algo que alcanzó fuerte personalidad.
Se da el caso curioso de que mientras aquí estamos desterrando este
nombre, en el extranjero este nombre, en el extranjero este nombre español está
tomando arraigo en un trasvase en ambos sentidos. En Londres, en Nueva York y
en algunos otros puntos del extranjero hemos visto anunciadas a bombo y
platillo “tabernas españolas” y hasta
mezcla de este rotundo nombre de nuestras casas de vino con otros en una
alianza curiosa. En Londres recordamos por ejemplo una “taberna griega”, y en Nueva York, en una de las más céntricas
avenidas, otra que llevaba el curioso nombre de “Taberna Flamenca Valenciana”, y ejemplos de estos los hay en
grandes cantidades.
Este mismo fenómeno se viene dando en nuestra ciudad, donde se abren nuevos
establecimientos que, aparte de llevar un nombre extranjero más raro que el de
bar, que ya está arraigado, comienza a organizarse de manera “snobista”, que no acaba gustando a nadie.
Nuestras tabernas tienen un historial clásico de servicios más acomodado a
nuestros gustos, que están reflejados hasta el refranes como “ya que no bebo en la taberna, huélgome en
ella”, que quiere decir que estos establecimientos eran no sólo lugares de
venta de bebidas, sino lugares de convivencia social hechos a nuestra medida,
que es una pena se desarraiguen por otros extranjeros que no aportan nada a
esta convivencia.
Tabernas clásicas en Cáceres, de grata recordación por lo dicho,
fueron “Jerte”, “El Gordo”, “La Catalana”,
la de “Patete”, la de “Caralápiz”,
la de “Luciano” y muchas otras, donde
se bebía, se comía o se charlaba, porque no importaba tanto lo que se bebía o
comía como la convivencia que en ellas se realizaba.
Ahora aquí, el poner taberna a un establecimiento, nos llega a parecer
hasta grosero cuando la corriente generalizada en el mundo es copiar este
invento español. En fin, que lo que nos falta es imaginación para, conservando
el nombre y lo bueno que la taberna ha aportado, modernizarla sin recurrir a lo
extranjero.
Diario HOY, 12 de diciembre de 1982
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