Uno que, como usted o como yo, gana un sueldito de nada (si lo gana) y
trabaja lo suyo, se queda patidifuso, confuso e hipnotizado cuando oye decir al
señor Fernández Ordóñez, Presidente del Banco Exterior de España, que voluntariamente
se ha rebajado el sueldo a ocho millones de pesetas al año para darnos un
ejemplo de “apretarse el cinturón”, y
cuando se entera que el anterior presidente de ese banco cobraba nada menos que
dieciséis millones de pesetas, cifra que para usted y para mi nos haría felices
para toda la vida si nos cayera en una quiniela, aun incluso la de ocho
millones del “cinturón apretado” del
señor Fernández Ordóñez, que debe tener una cintura de órdago, como debió
tenerla su antecesor.
La cosa se suscitó en una entrevista en Televisión Española, que,
dicho sea de paso, se nos ha puesto muy roja (y no es que a mi me moleste el
color, sino el monocolor).
Cuando el hombre de la calle como yo, que no suele llegarle la sal al
agua, se le habla de esas cifras le hacen los ojos “chiribitas” y supone que el que de cinco millones para arriba dice
que se “aprieta el cinturón” es un
cachondo —perdón por la palabreja— o nos toma a los demás el pelo.
Es más, muy seriamente este “calvo
de oro” (permítanme que le llame así) agregó algo como que este rebajarse
el sueldo era un compromiso que había adquirido con el Partido Socialista en la
campaña electoral y que lo hacía como ejemplo que se iba a seguir en ese
organismo, el Banco Exterior, con el resto de los funcionarios… A mi escuchando
esto me asaltó la duda de si la medida de rebajarse el sueldo a la mitad, ese
gesto que nos presentaban como generoso y ejemplar llegaría también a sueldos
de menor cuantía; por ejemplo, al funcionario —conserje, botones, etc.— que
gana alrededor de las cuarenta mil pesetas al mes y que, siguiendo el ejemplo
del jefe, tienen que rebajárselo a las veinte mil “pelas” mondas y lirondas… Porque, oiga, si yo estuviera en esas circunstancias
y ganara, no digo ya lo ocho millones del señor Fernández, sino simplemente
cuatro, no tendría a menos en quedármelo en dos milloncejos, pero con sueldos
que no llegan a las cien mil la cosa es para pensárselo.
En fin, que para mi y para otros españoles de a pie es privativo y
casi pecado el decir que se ganan sólo ocho millones de pesetas, aunque sea pecado
doble el ganar dieciséis. Y, además, que las gentes que ganan ese dinero no
pueden ni apretarse el cinturón porque, a mi modo de ver, lo que usan son
tirantes.
Diario HOY, 8 de enero de 1983
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