Hay cierto revuelo en todo el funcionariado por la serie de medidas,
imaginarias o ciertas, que dicen van a aplicar los socialistas: que si picar y
fichar a determinadas horas; que si jornada partida; que si obligación de
permanecer en el sitio aunque no haya trabajo que hacer y lo único que se hagan
sean crucigramas… porque parece ser que preocupa más el estar que el hacer, o
el permanecer que la eficacia.
En fin, toda una zozobra que comienza por recortar la hora del café
—en la que alguna vez había abuso— y termina por suprimir las vacaciones
navideñas, que eran ya una institución.
El funcionario está preocupado, pero no sólo a nivel nacional, sino
aquí mismo, a nivel local, donde —justo es reconocerlo— si hay alguno que
atiende más a sus negocios que a su función, otros saben cumplir de sobra con
ella.
En esto de la función hay que tener en cuenta dos cosas: que haya trabajo
para realizarla y que, los de arriba sepan repartir ese trabajo… que a lo mejor
no saben.
En este sentido, me cuentan el caso de un alto cargo local —al que
todos querían cargarse y aún no se ha cargado nadie— que tiene la costumbre de
aparecer por la oficina un poco antes de las tres de la tarde, y ya comido, cuando
sus subordinados están a punto de terminar su jornada y, entonces, es cuando a él
se le ocurre comenzar a repartir trabajo, sin que consienta que nadie se mueva
de su puesto hasta que esté realizado, con lo que los funcionarios salen más
tarde de la hora prevista y sin que las denuncias de ese abuso hayan tenido
repercusión alguna.
Cuando a uno le cuentan esto, que tiene muchos visos de realidad, uno
acaba pensando: ¿No convendría más que amedrentar a los subordinados, comenzar
con hacer cumplir con su obligación y horario a estos “intocables”?
Pienso yo que las reformas —si es que el caso éste y otros similares
son ciertos— deben comenzar por arriba y no por abajo, aguantarlo todo y en
muchos casos, el incumplimiento y la responsabilidad suele venir —o debe venir—
de arriba y no de abajo. En fin, que los que tienen la responsabilidad de que
los funcionarios funcionen son los que —por ejemplo— deben comenzar a
funcionar.
Diario HOY, 23 de diciembre de 1982
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