Pienso yo que en esto de la publicidad debería haber cierto código
para que el producto anunciado se correspondiera con las excelencias que de él
pregona la propia publicidad. Si no hay esta correspondencia, al menos en una
parte mínima, la publicidad es un engaño. Pero como resulta que la publicidad
es el invento de nuestro siglo, y hay que reconocer que las agencias que a ello
se dedican hacen muy bien su papel, cuando a estos técnicos, grandes
conocedores de la psicología de masas, vas a encargarles una campaña, ellos no
te preguntan por la calidad del producto, sino a quién quieres lavarle el
cerebro para que se consuma.
Henry Ford, cuando ya era rico con su industria de automóviles, decía
que si se quedara pobre y con sólo cinco dólares para comenzar un nuevo
negocio, dedicaría cuatro de ellos a publicidad y el otro al montaje de la
nueva industria, y esto, que puede ser exagerado, es lo que viene ocurriendo
hoy en día.
El que no piense así, que se pare a examinar esas campañas que se
hacen, por ejemplo, de productos de belleza para la mujer, en las que se
promete la eterna juventud si se consumen tales o cuales productos; las de
productos alimenticios que, en vez de engordar, estilizan la silueta; las de
embotellados para gentes exquisitas; las de aguas milagrosas que hacen “el andar rubio y el pie pequeño”; las
cremas que convierten en Venus de Milo a la “tía” más fea que uno pueda imaginarse.
¿Y qué me dicen ustedes del “come-coco”
de los niños en las fechas próximas a Reyes? Resulta que los juguetes
anunciados por estos medios —sobretodo la “tele”—
suelen ser los más feos e inútiles del mercado, pero nuestros “angelitos”, a los que se les ha hecho
una científica “inseminación cerebral”,
son los que piden a los Reyes.
Traduzcan ahora todo esto a la campaña electoral, y sepan que ésta se
les ha encargado —en la mayoría de los casos— a empresas publicitarias
especialistas, que no se han parado a preguntar a los partidos ni su credo, ni
si lo que ofrecen es bueno, ni si lo van a cumplir… y se han puesto a lavarnos
el cerebro con “slogans” trazados por
estos especialistas, por el partido, que tienen una gran carga psicológica para
convencerle a uno de las excelencias de un producto, que a lo peor viene
averiado; lo que traducido al lenguaje normal puede ser el darnos “gato por liebre”, con nuestra propia
complacencia, En fin, que a mi todo esto no me parece serio.
Diario HOY, 17 de octubre de 1982
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.