Confieso que yo creo en todas esas fuerzas ocultas que están tan de moda
ahora y que muchos tienen empacho o vergüenza en confesar. Fenómenos que no se
explican por la ciencia que conocemos, pero que suceden. Ahí está mi compañero
Antonio Barquilla, que ha hecho un curiosísimo reportaje sobre lo que, en
Logrosán, le viene pasando a una familia en cuya casa vuelan los cuadros,
explotan los vasos, aparecen sombras, etc., etc. Recuerden lo de las “caras de Bélmez”, que no tienen tampoco
explicación lógica, aunque se le han dado varias, o recuerden —los de mayor
edad— aquello que sucedió en Zaragoza con el “affaire” al que se llamó “El
duende de Zaragoza”. No es que yo diga que todo esto sea verdad, porque
puede haber su truco, pero en lo que sí creo es en la “ciencia” de los “saludadores”,
los curanderos y otros “entes”,
maléficos o benéficos, como pueden ser los provocadores de lluvia.
Para mi todos esos brujos que siguen existiendo en las tribus de África
o América (me refiero a América India), que toman su tambor y una especie de
repollo en sus manos y comienzan a tocarlo y danzar invocando lluvia al dios
que sea, me merecen tanto respeto como el investigador que realiza su labor,
menos llamativa, en un laboratorio. Y digo esto, porque de siempre el ser
humano ha creído en estas cosas y algo tendrán cuando, pasados siglos, se sigue
creyendo en ellas. Porque, queramos o no, para esto de la lluvia —por ejemplo—
hay quien tiene “gracia” o “mano”, como se suele decir y hasta en el
idioma coloquial existe el dicho de: “no
cantes, que llueve”, con lo que confesamos esa creencia en el “poder” de alguna persona que canta mal
hasta el extremo de provocar la lluvia. En mi fuero interno pienso que el caso
del empresario Luis Alviz, con el que llueve nada más organiza una corrida, hay
una “gracia” especial oculta para
ello. Y dicho esto, señalo que mi buen amigo, el socialista y concejal de
Sanidad, Emilio Vázquez Navedo, tiene también esta gracia porque cada vez que
organiza una campaña de desratización la lluvia es segura. Ayer mismo debió
comenzar una y se presentó un temporal de lluvias que evitó el comienzo que
hubo que retrasar, como ya ha sucedido un montón de veces. Visto esto, lo que
yo pienso es que estas cualidades personales están mal explotadas o
aprovechadas, por lo que pienso que si, como algunos piensan, el triunfo
socialista es inminente, a este hombre le deberían nombrar algo así como “director general de lluvias y truenos”,
encauzando la “gracia” y cualidades
que tiene para estos temas.
Diario HOY, 19 de octubre de 1982
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