viernes, 1 de septiembre de 2017

Un reto a los historiadores


Desde nuestro modo de vivir actual es difícil imaginarse la forma de vida del pasado; aun del pasado inmediato, por lo que las máximas dificultades surgen cuando tenemos que imaginar la forma de vida del pasado de hace unas centurias. Decimos esto porque ahora, en cosa tan sencilla como es explanar un solar en nuestra ciudad monumental, para convertirlo en aparcamiento de vehículos, ha surgido una “pega” —no insalvable desde luego— cual es que en tan corto espacio de terreno han aparecido tres pozos o aljibes, que habrá que secar, porque al menos uno de ellos, posiblemente el más grande, está lleno de agua hasta la iniciación de lo que debió ser brocal, que forma una recia bóveda a la que aún ni la más moderna máquina que explana aquello ha sido capaz de destruir.
Desde el modo de vivir actual a uno le parece absurdo que existan tres pozos casi inmediatos, pero no lo es tanto si imaginamos que los antiguos cacereños que habitaron esa parte y que tenían sus casas, o sus palacios, en ella, no tenían más forma de abastecerse —sobre todo cuando la ciudad estaba sitiada— que la de los pozos que cada casa, cada familia, tenía que construir para autoabastecerse de este elemento imprescindible, por lo que llegaron a una técnica de construcción tan perfecta, que ahí están llenos de agua hasta la boca y como si acabaran de construirse ahora por la indudable fortaleza e impermeabilidad de que se les dotara en los siglos pasados.
En alguna ocasión hemos apuntado que sería muy interesante estudiar el subsuelo cacereño plagado de pozos, galerías de escape, pasadizos y todo cuanto una ciudad militar y medieval, heredera de un antiguo campamento, necesitaba.
Lo que sí es cierto es que cada casa de entonces está trazada y pensada para autoabastecerse de todo en los momentos de emergencia, cosa que ahora hemos olvidado porque, cada vez más, unos dependemos de otros, pero sería posible y hasta interesante el estudiar, sobre esos datos, la forma de vida de nuestros antepasados de hace unos cuantos siglos que, sin duda, difería totalmente de la que ahora tenemos y aún de la que imaginamos que tuvieron ellos.
Si ustedes quieren esto es un hablar por hablar, pero la pasada historia cacereña habría que estudiarla sobre esos datos dispersos que vienen apareciendo, labor que deberían realizar los entendidos en la materia.
Diario HOY, 21 de octubre de 1982

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