No digo que haya una abierta censura, como la hubo en tiempos, para
los profesionales que nos dedicamos a la información, sino más bien un
escamoteo tácito de informaciones que, a juicio de los que mandan, puedan ser
molestas o inoportunas. No es una negativa, sino más bien un poner pegas a ver
si uno se cansa de insistir en determinados asuntos que no gusta se toquen.
Para entendernos, que eso de las puertas abiertas, la luz y los taquígrafos, no
ha pasado de ser una frase para muchos socialistas que ahora nos gobiernan.
Hacemos la salvedad de que hay casos aislados, que suelen ser excepciones que
confirman la regla, en los que esto no sucede, pero son los menos.
En contraposición, son muy numerosos los casos en los que para hacer una
simple fotografía, una entrevista, o solicitar unos datos, hay que “pedir permiso arriba, porque es lo que
tenemos ordenado”.
Esto suele suceder mucho en todos los organismos y servicios
relacionados con la Junta de Extremadura, al menos aquí en Cáceres, donde
cualquier información sin importancia hay que consultarla al consejero que
suele residir en Mérida o Badajoz, bien telefónicamente o enviarle los datos y
preguntas de lo que se quiere consultar, como sucedió en la anterior etapa política,
tan criticada por ellos. Yo no sé si esto es también “herencia del pasado”, o bien —que es lo que siempre suele decirse
como justificación— “oficiosidad de los
subordinados, que teniendo atribuciones para contestar, no quieren asumir la
responsabilidad de hacerlo”.
De todos modos el hecho suele suceder y es hora de decirlo, para que
si lo tan cacareado de las puertas abiertas y la libertad informativa es
cierto, no las tengan cerradas, en muchos casos, a cal y canto.
Diario HOY, 9 de septiembre de 1984
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