Tengo que confesar que con la industrialización en Extremadura me
venía ocurriendo como con el cuento del lobo, que tantas veces se ha dicho que
llegaba que, cuando realmente llega, uno no pasa a creerlo. Uno se hace
escéptico y confieso que con escepticismo, por no decir con cierta escama, veía
yo la compra de esa fábrica de microordenadores “Dragón” a Inglaterra, que nuestras autoridades nos presentaban como
una ganga. En mi fuero interno me decía: “Estos
ingleses nos han largado cuatro chismes inservibles y obsoletos y se han
llevado los cuartos, porque los negocios, y más los de ordenadores, no hay
quien los entienda.”
Pero mire usted por donde, en una revista especializada y entendida en
esto, como es “Actualidad Económica”,
número de octubre, leo con el consiguiente asombro: “Dragones por dos reales. A fines de octubre saldrán de Cáceres los
primeros microordenadores “Dragón”. Eurohard, la empresa fabricante, ha
importado a precio de ganga una fábrica completa desde Inglaterra para
producirlos en España.”
Conste que todo esto lo sabía yo, pero lo que no sabía son otros
muchos detalles que se dan en la información en la que se catalogaba de ciencia
ficción la operación llevada a cabo por Eduardo Merigó y en la que la firma
española ha sabido aprovechar una magnífica ocasión, adquiriendo como ganga
—así se cataloga— esta fábrica en la que se traen 10.000 microordenadores
importados y otros 30.000 en componentes, teniendo la fábrica, que se cataloga
como la primera empresa extremeña de alta tecnología, capacidad de producción
de diez mil microordenadores al mes, entrando Eurohard en pleno ritmo a
mediados del próximo año.
Otros muchos detalles más se dan en eta información de tipo técnico,
en los que no voy a entrar, sino para decir que vistos en una revista
especializada, a mí, al menos, me han traído una tranquilidad que no tenía
anteriormente.
Diario HOY, 4 de noviembre de 1984
NOTA.- La aventura
de Eurohard y los ordenadores Dragón duró poco más de un año ya que doce meses
después de publicarse este artículo dimitió el presidente de la sociedad,
Eduardo Merigó, ante la debacle comercial y económica que se avecinaba: el 20
de noviembre del 85 el Banco Exterior presentó un embargo, por más de 200
millones de pesetas, contra la empresa. En la primavera siguiente (1986) se
produjo la suspensión de pagos y la hecatombe.
En definitiva: que
Fernando no andaba descaminado al mostrarse escéptico, pese al referido
artículo de “Actualidad Económica”. (Nota de Teófilo Amores).
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