Señalaba días atrás un compañero mío de Plasencia, en uno de sus
artículos sumamente curioso, cómo para señalar los comercios, principalmente de
alimentación, se sigue empleando la palabra “coloniales”, que tiene remedos de nuestra época imperial, abogando
porque se usara la de “alimentación”
puesto que la de “coloniales” no
tenía razón de ser ya que éstos productos no venían de las colonias, aunque en
origen se llamaran así, por tener esa procedencia. Yo pienso que el idioma,
posiblemente todos los idiomas, se han ido formando históricamente y las
palabras acaban no teniendo el significado que tuvieron en origen, pero la
gente se entiende con ellas, que es lo que importa. Lo curioso es saber que
también, en la América que fue nuestra, se emplean las mismas palabras aunque
por lógica allí no tuvieron nunca ni el significado de origen que tuvieron en
la península, pero las gentes las entienden.
Lo que sí es cierto es que,
principalmente en Méjico, a los almacenes de todo los llaman “abarrotes”, de donde viene la frase
peninsular de “estar abarrotado”, por
expresar que algo está lleno de cosas diversas, aunque aquí no se emplee la
palabra “abarrote”. Hay otra palabra
de un origen similar que aquí sigue empleándose que es la de “ultramarinos”, para los comercios de
productos alimenticios que venían de “más
allá del mar” que se sigue empleando igual que la de “coloniales” y hasta recuerdo un chiste de Xaudaró, en el que un
dependiente le dice a una cliente; “Para
que tú lo sepas, chavala, te quiere con un amor de ultratumba, que quiere
decir: más allá de la tumba”, y ella le responde: “Mira que sois embusteros los de “más allá de los marinos”.
En fin, que el idioma se hizo de aluvión recogiendo el devenir
histórico de cada momento, que ahora no debemos rechazar.
Diario HOY, 28 de agosto de 1984
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