A los programadores de Televisión Española los ha venido Dios a ver
con esto de la Olimpiada de los Ángeles. Nada de ingeniarse en hacer programas
amenos para el verano, sino que con conectar con Los Ángeles tienen resuelta la
papeleta, a la que agregan —entre conexión y diferido— alguna peliculilla de
dibujos animados, y pare usted de contar.
Con ello, aunque uno sea amante del deporte, tras de tres o cuatro horas de Olimpiada de Los Ángeles,
acaba tan saturado de los Juegos Olímpicos que busca otra distracción que no
sea la “tele”, porque tampoco vale el
decir: “Me voy a la segunda cadena”,
porque resulta que en ella, tras de haber grabado en “vídeo” lo de la primera nos lo vuelven a dar, con lo que la
programación de las dos cadenas oficiales es a base de la Olimpiada, con lo que
los habituales televidentes —al menos aquí en Cáceres— acaban cerrando la
televisión y dedicándose a algo más ameno.
Conste que no tengo nada contra las olimpiadas, pero por saturación
pienso que vamos a acabar odiándolas, porque tampoco cabe decir que como España
está haciendo muy buen papel la cosa tenga más interés para nosotros. Los
españoles participantes, aparte de Samaranch, están haciendo un papel más bien
discretito —como era de esperar— y son los que menos salen.
No digo yo que algunas partes de las transmisiones dejen de ser interesantes,
pero la saturación no es buena por mucho que a uno le gusten los Juegos Olímpicos.
Ya comenzó la mentalización antes de ellas con el programa “De Olimpia a Los Ángeles”; ahora son las
retransmisiones de horas y horas de competición, y después tendremos durante
todo el verano los comentarios sobre lo sucedido, las opiniones, etc., etc.
En fin, lo que les digo, que para los programadores la cosa viene de “perillas”, pero el espectador está hasta
el gorro de los Juegos Olímpicos.
Diario HOY, 2 de agosto de 1984
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