En relación con el 492 aniversario del descubrimiento de América, que
acaba de celebrarse en Trujillo, se me han venido a las mientes una serie de
posiciones que creo debemos meditar los propios extremeños en cuanto a la forma
de encajar ahora todo aquello que ya es historia de la Humanidad y en la que
nuestra región tuvo un importante protagonismo.
Pienso con el presidente regional, que hizo la declaración
institucional del acto, que, en efecto, está bien que “Extremadura se reafirme en el rechazo imperialista y cruento del
caballo y la espada… de lo que tanto tiempo se ha mantenido como representativo
de la gloriosa gesta, en una visión deformada de la Historia” (como él dijo
más o menos), pero pienso también que no debe sonrojarnos el que nuestros
antepasados, los conquistadores, vivieran con arreglo al entorno épico y aun imperialista
que les tocó vivir. Podremos decir que de haberse hecho la gesta en este tiempo,
puede que la hubiera informado otro espíritu, pero se hizo entonces y entonces
el entorno era otro que ahora y debemos asumirlo sin sonrojarnos por ello.
A cuenta de esto, voy a contarles un caso que me sucedió visitando
Perú. Nuestro guía, un peruano culto, se las veía y se las deseaba para no
ofender al grupo español, hablando mal de los conquistadores. Vistas así las
cosas, a mi se me ocurrió decirle lo que realmente pienso: “Háblenos con toda claridad de los
conquistadores, de sus luces y sus sombras, porque da la casualidad que ellos
son más antepasados suyos que nuestros. Nuestros abuelos emparentados con
ellos, se quedaron en la península y éstos serán los suyos, porque aquí
establecieron sus familia.”
Nuestro guía entendió perfectamente lo dicho, y yo creo que esto es
válido también para enfocar ahora la celebración, sin sonrojos ningunos por
nuestra parte.
Diario HOY, 14 de octubre de 1984
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