Gracias a Dios, nuestras escuelas universitarias y nuestra facultades,
nos referimos a las del semidistrito de Cáceres, tienen problemas de crecimiento.
No hace mucho el director de la Escuela Politécnica, don Daniel
Serrano, nos hablaba de lo que le venía sucediendo con las de Informática,
Ingeniería Técnica y Obras Públicas, a las que la llamada “Casa Grande” ya les viene chica y están a toda prisa buscando
nuevos locales para el próximo curso; el mismo problema de falta de espacio
padece ya, a un año sólo de su funcionamiento, la Facultad de Veterinaria y
problema mucho más grande tiene la más veterana, la de Filosofía y Letras, que
está reestructurando el edificio de la Fundación Valhondo, donde funciona,
porque se le ha quedado chico, según nos decía el decano en funciones, don
Manuel Ariza.
Nos alegran todos estos problemas, que se deben a la aceptación que
todos esos centros han tenido, porque lo grave sería que alguna estuviera con
tan pocos alumnos que hubiera que pensar en cerrarla, como algún agorero
vaticinó cuando comenzaron a ponerse en marcha. Son problemas de crecimiento
que el rectorado no tendrá más remedio que afrontar.
Pero entre los problemas de la Facultad de Letras hay uno que nos
señalaba el profesor Ariza que no por pequeño debemos desestimar, y es el del
jardín de la Facultad, que se instaló hace años y está creciendo en plan
salvaje, porque no hay dotación para que lo atienda un jardinero. El verdadero
peligro es que el pasto y el propio jardín pueda un día arder, con lo que
posiblemente ardería también la Facultad. Yo creo que este es un problema en el
que el Ayuntamiento podría echar una mano, al menos provisionalmente, hasta que
la Facultad pueda resolverlo por sí. Fue el Ayuntamiento el que regaló el jardín,
y también debería regalar el atenderlo, hasta que la Facultad pueda hacerlo
directamente.
Diario HOY, 8 de agosto de 1984
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