Tengo la creencia de que los tecnócratas, hace ya muchos gobiernos,
fueron los que embarullaron los lenguajes políticos de entonces. Se trataba de
no decir nada, pero con muchas palabras sonoras que embarullaran un poco al
oyente que se quedaba con la duda de que aquello podía tener algún contenido,
que él no llegaba a alcanzar, por desconocimiento de algunos términos del
discurso.
Era exactamente lo contrario de lo que predicaba nuestro señor don
Quijote, cuando decía aquello de: “Sencillez,
hermano Sancho, que toda afectación es mala”.
Este embarullamiento técnico de decir, pero no decir, ha continuado y
hasta podríamos afirmar que ha formado escuela en nuestros hombres públicos.
Ejemplo de ello podría ser esta frase, que acabo de inventarme: “Llegaremos a solucionar los problemas cuando
las estructuras patógenas, reconvertidas con una estricta honradez, pangan coto
al inflacionismo arbitrario que en el devenir del tiempo hemos venido
acumulando por esa falta de ideales empíricos que ha llevado al decaimiento
total de la región.
Hay que abordar los problemas en
su origen, estudiar las causas, matizar y sanear, cuando sea preciso, sin que
nos tiemble la mano. En esta línea estaremos siempre en el servicio de la
patria”, (o de la provincia, o de la región, que para el caso es lo mismo).
¿Ven ustedes lo bien que suena todo esto, aunque la frase en sí no
diga nada claro?. Pues bien, este es el arte de no decir nada, del que parece
que están contagiados desde entonces nuestros hombres públicos. Esto a la
larga, pienso yo, que puede volverse contra ellos mismos, porque en el arte de
no decir nada, pero con muchas palaras y con gracia, el único que fue un
verdadero maestro fue Mario Moreno “Cantinflas”,
que consiguió hacerse millonario con el invento. No digo que no lleguen a
hacerse millonarios algunos de nuestros hombres públicos, pero no por ese
sistema del que solo son unos malos imitadores del genial actor mejicano. ¿Será
que no tienen nada que decir?.
Diario HOY, 24 de octubre de 1984
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