viernes, 24 de noviembre de 2017

El arte de no decir nada


Tengo la creencia de que los tecnócratas, hace ya muchos gobiernos, fueron los que embarullaron los lenguajes políticos de entonces. Se trataba de no decir nada, pero con muchas palabras sonoras que embarullaran un poco al oyente que se quedaba con la duda de que aquello podía tener algún contenido, que él no llegaba a alcanzar, por desconocimiento de algunos términos del discurso.
Era exactamente lo contrario de lo que predicaba nuestro señor don Quijote, cuando decía aquello de: “Sencillez, hermano Sancho, que toda afectación es mala”.
Este embarullamiento técnico de decir, pero no decir, ha continuado y hasta podríamos afirmar que ha formado escuela en nuestros hombres públicos. Ejemplo de ello podría ser esta frase, que acabo de inventarme: “Llegaremos a solucionar los problemas cuando las estructuras patógenas, reconvertidas con una estricta honradez, pangan coto al inflacionismo arbitrario que en el devenir del tiempo hemos venido acumulando por esa falta de ideales empíricos que ha llevado al decaimiento total de la región.
Hay que abordar los problemas en su origen, estudiar las causas, matizar y sanear, cuando sea preciso, sin que nos tiemble la mano. En esta línea estaremos siempre en el servicio de la patria”, (o de la provincia, o de la región, que para el caso es lo mismo).
¿Ven ustedes lo bien que suena todo esto, aunque la frase en sí no diga nada claro?. Pues bien, este es el arte de no decir nada, del que parece que están contagiados desde entonces nuestros hombres públicos. Esto a la larga, pienso yo, que puede volverse contra ellos mismos, porque en el arte de no decir nada, pero con muchas palaras y con gracia, el único que fue un verdadero maestro fue Mario Moreno “Cantinflas”, que consiguió hacerse millonario con el invento. No digo que no lleguen a hacerse millonarios algunos de nuestros hombres públicos, pero no por ese sistema del que solo son unos malos imitadores del genial actor mejicano. ¿Será que no tienen nada que decir?.
Diario HOY, 24 de octubre de 1984

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