Como “político – contemplativo”,
designación con la que me he definido más de una vez, como autor de estas “ventanas”, que se reducen a ver y contar
lo que pasa alrededor, sin intervenir en ello, tengo que decir que el hombre más
contestado entre los cargos que existen en la provincia, del que más colectivos
han pedido el cese, es el director provincial del Insalud, Antonio Mancha Álvarez-Estrada.
Conste que respeto profundamente a la persona, pero algo debe andar mal en su
gestión, cuando es el cargo provincial del que más número de gentes y colectivos
se vienen quejando y pidiendo la dimisión y el cese, una y otra vez sin que,
que todo hay que decirlo, esas peticiones hasta el momento hayan tenido
repercusión alguna. Cierto también que el señor Mancha, con razón o sin ella
(que en esto no entro, como no entro en las razones de esas peticiones), contesta
una y otra vez en escritos y cartas a los periódicos, que se han hecho
habituales, y que por ello ya no suelen llamar la atención a nadie.
El pedir la dimisión del señor Mancha es ya lo habitual, como es
habitual el contar diversas anécdotas de la forma de llevar esa misma gestión:
las largas antesalas, las reuniones en las que —dicen— no habla más que él solo,
sin dejar de meter baza a nadie, o en las que se sale, con tecnicismos, de lo
que se le plantea en un “comecocos”
al interlocutor —como se dice ahora—, es, al parecer, lo habitual de esa misma
gestión que se critica. Yo, salvando las diferencias, le comparo un poco a
nivel provincial con el ministro Morán, del que se cuentan anécdotas y se piden
dimisiones continuas. No es que sean vidas paralelas, pero coinciden los dos en
el “cabreo” continuado de colectivos
y, tengo para mí, que se suelen mantener como “hombres – pararrayos” que sirven para descargar la electricidad estática
de esto colectivos, función que también debe reconocérseles.
Diario HOY, 13 de noviembre de 1984
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