Yo ya me lo temía, y lo dije así en este mismo espacio, el día 22 de
marzo pasado en una “ventana” que se titulaba: “El que no llora…”. Me refiero a la supresión de la línea férrea
Palazuelo-Astorga, de la que entonces se comenzó a hablar como reestructuración
de la RENFE para hacerla rentable, diciéndose entonces, de una forma nebulosa y
sin concretar, que había que suprimir unos 500 kilómetros de ferrocarril en el
territorio nacional para conseguir ese fin de rentabilidad.
Tomaba pie el saludo que el presidente de nuestra Comunidad Autónoma
Rodríguez Ibarra hizo al vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, en su
visita a Cáceres, donde nuestro presidente decía que “nuestra región es sumisa y paciente, aunque no temerosa o indiferente”.
Temía yo que esa diferenciación no es fácil de entender y que puestos a hacer
una reestructuración de algo, se elige la tierra más “sumisa y paciente” para realizarla, la que no protesta o en la que
la protesta quedará soterrada en esa sumisión y paciencia que nos caracteriza.
Señalaba entonces lo que era un rumor y ahora parece se quiere
convertir en una realidad, la supresión de uno de nuestros importantes
ferrocarriles que, si no tiene rentabilidad económica —porque somos la tierra más
subdesarrollada de España— sí la tiene social, y había que tener, por parte del
Gobierno, un mimo exquisito con nosotros si es que queremos achicar diferencias
entre las regiones desarrolladas y las subdesarrolladas como la nuestra.
Es más, reflejaba entonces, lo que un alto cargo de la RENFE —cuyo
nombre silenciaba entonces y silencio ahora—
me decía: “Desengáñate, que si los
que han de hacer la reestructuración tienen que suprimir 500 kilómetros de
ferrocarril, lo harán en las regiones donde las gentes no protestan y huirán de
las que puedan montar el “pitote”, si les tocan un tramo de su ferrocarril.”
Así de claro, por aquello de que la cuerda se rompe siempre por lo más
débil. Ahora se ha hecho una coordinadora para protestar, se han reunido los
alcaldes afectados en Salamanca y las fuerzas sindicales y políticas en Cáceres,
por lo que lo único que nos queda que esperar es que el “pitote” sea lo suficientemente trascendente, para que nos hagan
caso. Es triste tener que hacerlo, pero o lo hacemos o nos quedamos sin
ferrocarril.
Diario HOY, 24 de julio de 1984
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