A los españoles nos interesa más que salir de pobres, salir de
trabajadores o ambas cosas a la vez. Vamos, que lo que quiero decir para
explicarme es que al filo del mediados de este mes, que para todos es el mes de
las esperanzas —y ahora me explico—, nos interesa más poder colgar los “aperos” de nuestro propio trabajo y
vivir en el futuro mirándonos el ombligo y haciendo lo que nos venga en gana,
que ser ricos en sí, cosas ambas para las que se necesita una gran bolsa.
Pero ahí está este mes de las esperanzas con sus loterías
extraordinarias, sus quinielas millonarias, las rifas de todo tipo, etc., con
las que soñamos hacernos unos potentados y dejar de trabajar. Porque esto es lo
que quiero destacar ya que está en el comentario de todos o de casi todos: “Si a mí me tocara el gordo, el portazo y el
corte de mangas que le iba a dar a mi jefe sería de campeonato”, dicen los
más. Yo no sé si lo que nos pasa es que los españoles seguimos viendo el
trabajo como una maldición bíblica y por esa inercia lo que más nos importa es
dejarlo, pero es curioso que el que sueña con hacerse millonario a base de
alguna suerte no es por invertir mejor para su negocio formarse mejor, llevar
mejor vida, sino simplemente darle una patada al trabajo que realiza y poder
decir a su empresa: “Ahí te quedas, que
yo no voy a dar ni golpe de aquí en adelante.”
Cierto que esto es un sueño que surge principalmente al filo de este
mes de las Navidades y las loterías y como tal pasa, sin más ni más y sin que
el asunto se realice.
Luego, cuando uno ve que no ha salido agraciado en ninguna de ellas,
se conforma y se dice algo así como “qué
le vamos a hacer; no pudo ser, pero que me quiten lo soñado”, y quizás sea
esto lo más importante en este mes de las esperanzas.
Diario HOY, 12 de diciembre de 1984
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