En Cáceres, el asunto de la censura fue al revés de las demás
poblaciones españolas. Me refiero a la censura previa que para los medios
informativos era obligada en toda la época del franquismo.
Pues bien, aquí en Cáceres, al menos en la época que como profesional
conocí de la postguerra, la censura prácticamente no se notó porque la ejercía
un viejo periodista, don Narciso Maderal Vaquero, gran profesional que,
habiendo sido alcalde, fue después durante muchos años delegado de Información
y Turismo y mantuvo el criterio —muy personal y particular y yo creo que único—
de que él no podía enmendar la plana a otros compañeros de profesión, por lo
que, por su cuenta y riesgo, la delegó en los medios informativos de la capital
y provincia, a los que rogó que cuando tuvieran dudas le consultaran
telefónicamente —fuera de día o de noche— pero nunca obligó a que se le dieran
previamente los ejemplares a censurar. Este criterio lo mantuvo también con la
censura de espectáculos, en la que había cosas curiosas, sobre todo en las compañías
de revistas, a las que se le consentían más libertades ante el público de
Madrid que ante el de provincias, para el que había unas limitaciones de las
que respondían estos delegados. Pues bien, don Narciso Maderal, hombre de
profunda personalidad, mantenía el criterio de que el público de Cáceres tenía
tanta o más formación que el de Madrid y como las revistas venían ya censuradas
de la capital de España, no las obligó nunca a censurar de nuevo en Cáceres. Lo
curioso es que años después ejerció esa delegación un hombre joven, al que
conocimos como “Paquito Rutas”, por su escasa estatura, y que fue un verdadero
hueso en ese sentido ejerciendo una censura que se nos antojó trasnochada e ilógica.
Lo que demuestra, como siempre pasa, que no son las normas, sino los
criterios de los hombres que las aplican.
Diario HOY, 25 de agosto de 1984
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