Hay un refrán que dice: “Obras
son amores y no buenas razones”, por lo que refiriéndome a obras, me
extraña a mí las pocas que en la actualidad se inauguran a todos los niveles.
No sé si eso de hacer cosas nuevas e inaugurarlas está obsoleto —como dicen los
políticos actuales— o bien, que está todo hecho y no hay nada más que hacer, o
que no hay imaginación para emprender nuevas cosas, o que los presupuestos que
se tenían para ellas los estamos dedicando a otras cosas. Lo cierto y verdad es
que en esto de las obras, de las nuevas cosas pequeñas o grandes, hemos dado un
parón enorme.
Sin remontarnos a la época de Franco, donde era casi obligado
inaugurar un pantano cada 18 de julio,
en donde los gobernadores que se preciaran tenían, al menos en esas
fechas, que poner en marcha un abrevadero, una línea telefónica o una fuente
publica, ciñéndonos a épocas más posteriores y ya democráticas, diré que, a
nivel local y provincial, quizás por la inercia pasada aquellas corporaciones
siguieron inaugurando algo. Se decía que con fines electoralistas, pero lo
cierto es que las cosas quedaban ahí y ahí siguen, sin que los socialistas
hayan querido seguir por los mismos derroteros posiblemente por el “borrón y cuenta nueva” del cambio.
A niveles provinciales y por remontarnos sólo a hace muy pocos años,
cuando el señor Velázquez presidía la Diputación, se inauguró el Hospital, el
Complejo San Francisco, los conservatorios de música, el Complejo Deportivo
etc. Díganme qué ha inaugurado la nueva corporación y lleva ya unos años de
mandato. Igual podríamos decir del Ayuntamiento, el de Domínguez Lucero, que
hizo jardines asfaltó calles,, promocionó viviendas, et. sin que el actual siga
los mismos cauces.
En fin, que aun con fines electoralistas, quisiéramos menos razones y
más obras, que son las que entiende el pueblo.
Diario HOY, 29 de noviembre de 1984
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