Hablando de caza

En esto de la caza y los cazadores suele suceder como con los toros, que antes de iniciarse el festejo se grita alegremente: “¡Vamos a los toros, a los toros!”, y cuando se ha terminado éste los que participaron en él, no satisfechos de cómo salió, dicen cariacontecidos: “…Venimos de los toros, pero mejor no haber ido”.

Esto mismo pasó con nuestros cazadores y su primer día de caza Tras la ilusión de los preparativos, los sueños de lances cinegéticos, el madrugón, etc., etc., vuelven diciendo que el campo no tiene un bicho y el que pudo ver y abatir alguno se da por muy satisfecho.

“La caza se ha puesto imposible”, es la muletilla general, aunque algunos —los menos— hayan tenido relativa suerte.

A mi modo de ver, es cierto que la caza se acaba y lo extraño es que sigan quedando algunos ejemplares de ella en nuestro territorio provincial, porque creo que la caza está en razón inversa del progreso. Me explico. En los buenos tiempos de la caza, no hace tantos años, simplemente a principios de siglo, el salir al campo de caza era más difícil e incómodo que ahora. La escasez de automóviles y medios de transportes particulares, evitaban el que a un radio un poco apartado de las poblaciones se llegara mal, con lo que el número de cazadores en ellos era escaso y las especies cinegéticas aguantaban menos presión que ahora cuando cualquiera tiene automóvil, repetidora y cartuchos —que también entonces eran más escasos—. Estas reservas de caza, casi intocadas, eran las que abastecían las zonas próximas a pueblos, más presionadas. Si unimos a esto el que muchos terrenos que antes estaban de posío y abandonados, se han roturado ahora para cultivos, tendremos que estamos agotando lo que antes eran las fuentes de cría de estas especies. Así de fácil y así de sencillo, porque este es el mismo fenómeno que han corrido otros países desarrollados, conde ya no hay caza.

En fin, que si queremos desarrollo tendremos que sacrificar también este deporte.

Diario HOY, 23 de octubre de 1984