Como colofón a los acuerdos entre lecheros, alcalde y central ILCASA,
las partes se reunieron a comerse un borrego en una finca próxima. Hubo invitación
especial de los lecheros al alcalde, con el que compartieron vino y presas, en
amplia camaradería y sin rencores, como deben terminar estas cosas, aunque hubo
momentos tan enconados en la gestión del acuerdo en el que los lecheros pedían,
si no la cabeza del alcalde, al menos su dimisión.
Lo mejor, desde luego, para “echar
pelillos a la mar” son las comidas y la conversación alrededor de una mesa
con viandas. No sé si esto es una tradición bíblica, pero los españoles somos
muy dados a terminarlo todo con una comilona. Es más, estoy por asegurar que en
nuestro país, una buena comida ha solucionado más diferencias que la aplicación
justa de las leyes.
La Alcaldía prometió medidas drásticas, que viene aplicando, y a uno
le cabe preguntarse: ¿Y cómo está ahora el asunto de la leche? Pues bien, según
los últimos sondeos, de los 12.000 litros diarios que se vendían
clandestinamente, en estos pocos días que se han aplicado las medidas, las
ventas se han reducido a solo 2.000, y es posible que se reduzcan más. ¿Y por
qué ahora sí y antes no?. Pues por una razón muy sencilla, que tanto los
lecheros como las centrales han comenzado a atisbar: que la entrada en el Mercado Común les va a
poner las cosas más difíciles a todos y como ellos no se unan les va a ser difícil
hasta la supervivencia, ya que la leche de los comunitarios es más barata que
la que nosotros producimos. En definitiva, que si el sector no se reconvierte
(como se dice ahora) les van a reconvertir a la fuerza sin beneficio para
ninguno de ellos. Así de sencillo y así de complicado. Bien merecía meditarlo
todo a través de unas presas de borrego.
Diario HOY, 15 de diciembre de 1984
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