Eso de las épocas de las vacas gordas y las flacas donde más se
aprecia es en nuestros pueblos a cuenta de la venida de los emigrantes, que
hace unos años se hacía a lo grande y ahora se hace dentro de unos cauces más
bien pequeños.
La situación económica de todos ha variado hacia peor y esto de la
venida de los emigrantes, que antes solía ser una verdadera fiesta de derroches
—como si de los reyes magos se tratara—, puede ser el barómetro para medir el
que también a nuestros paisanos que trabajaban fuera de su pueblo no les van
las cosas como les iban hace escasamente unos años.
No digo que las fiestas en los pueblos no estén animadas, ya que este
es el mes de las fiestas de casi todos ellos, pero el colorido que les daban la
llegada de los emigrantes se ha perdido totalmente. Antes, el emigrante, con un
puesto seguro en el extranjero —o en otra región española— tomaba sus
vacaciones y venía a derrochar el dinero que había ahorrado para epatar a sus
convecinos y “fardar” a lo grande.
Solían traer arrendado un buen coche “Mercedes”
y regalos para parientes y amigos. Taberna donde ellos entraban, estaba todo “a pago” y contaban y no acababan de lo
bien que les iba por aquellas tierras. Se contaba con ellos para todo, porque
no escatimaban el dinero y hasta se permitían el cazar en cualquier época y el
montar el pitote, porque venían de “señores”.
Ahora el vacacionar puede tener el peligro de perder el puesto de
trabajo y muchos se retraen de hacerlo. Las cosas por allí y por aquí no están
tan bien y no se puede derrochar el dinero que no se sabe si se va a volver a
ganar, son pocos los que vienen y, desde luego, “fardar” menos y pasan, como usted y como yo, la época de las vacas
flacas, que es una sequía a la que no acabamos de verle el fin.
Diario HOY, 18 de agosto de 1984
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