A veces los grupos políticos minoritarios, que suelen serlo todos en
las actuales circunstancias excepto los socialistas, utilizan la prensa para
decir lo que esa mayoría hegemónica no le deja expresar claramente en las
corporaciones a las que pertenecen porque se cortan los debates, se pasa a
votaciones, que de antemano se sabe se perderán, y funciona el consabido
rodillo, en el que estas minorías hacen intervenciones testimoniales de las que
no quedan satisfechos y se acogen a la generosidad que les de la tribuna pública
del periódico para, al menos, ejercer ese derecho del “pataleo” en el que a lo mejor —y no lo afirmo— no les ha dejado
ejercer el grupo mayoritario. No sucede siempre igual, pero es la norma corriente
al uso actual en casi todas las corporaciones con mayoría socialista.
Lo que ya no entiendo tan bien es por qué esa tribuna pública que es
el periódico, pone tan nerviosos a los que mandan con un respaldo mayoritario,
y lo pagan con los propios medios informativos que no son más que el espejo de
lo que sucede en la calle y que —todo hay que decirlo— ellos utilizaron
igualmente cuando estaban en la oposición. No parece sino que la hegemonía se
quiere llevar igualmente a los medios informativos, que no están obligados a decir
amén a todo lo que hagan los que mandan. Lo sano de la democracia es precisamente
eso, la libertad de expresión —aun con mayorías hegemónicas— en los medios de información
y hasta llego a pensar que ello es respaldo de esa misma democracia.
No quiero descender a detalles concretos, que los hay, sino decir que
eso es sano y no hay por qué pagar con el medio. Es como el feo que rompía
indignado el espejo al verse y al que el clásico decía: “El romper la cara importa, que el espejo no hay por qué.” Espejos
somos de lo que sucede y honradamente reflejamos lo que hay delante sin ser
nosotros los que creamos imagen.
Diario HOY, 30 de octubre de 1984
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