Conste que no quiero señalar a nadie, porque no es caso único, sino
que se da con más frecuencia de la deseada en nuestro Ayuntamiento. Me refiero
a los larguísimos plenos, que en muchas ocasiones se prolongan más de la cuenta
porque algunos de nuestros ediles no se han leído la documentación de lo que se
está discutiendo, ni los informes, ni toda la letra menuda que, pienso yo,
tienen obligación de leerse porque para eso los pagamos y los elegimos y el no
hacerlo así supone, al menos, un pequeño fraude a sus electores.
Que usted o yo, que vamos de oyentes a los plenos, no conozcamos la
documentación previa para la que se pide opinión a los ediles es lógico, porque
no tenemos acceso a ella, pero no lo es el presentarse allí de concejal a ver
de qué se discute y a ver qué es lo que se me ocurre —sin consultar un papel— y
dejando todo a la improvisación. Esto al menos no es serio, como no es serio el
que estando discutiendo algún punto, como por ejemplo el Plan General de
Ordenación Urbana, algún concejal, de los más discutidos, confiese con toda
desfachatez: “Bueno, yo no me he leído
ese mamotreto ni pienso leérmelo pero quiero que se me informe de lo que está
haciendo porque me opongo a ello.”
Estas y otras agudezas son corrientes en nuestros plenos municipales y
a veces causan la risa de los asistentes, cuando deberían causar el llanto si
es que somos conscientes de que en la cosa pública lo que necesitamos son
gentes preparadas —o al menos con interés— más que histriones que hagan reír a
la concurrencia.
Pienso yo que la preparación de nuestros políticos no se improvisa, como
pienso que de donde no hay no se puede sacar y hay algunos que no sirven para
el cargo y esto debe saberlo el pueblo que los elige, aunque todo esto sea una
labor de decantación lenta y, hasta es posible que el pueblo se incline más por
el histrión que les hace gracia que por la persona preparada y honestamente
cumplidora de su obligación. En fin, para terminar, que entre todos nos tenemos
que tomar más en serio la cosa pública porque a todos nos atañe.
Diario HOY, 10 de junio de 1984
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