
Analizando el cómo logró hacer lo que hizo, y sin que esto se tome
como crítica negativa, tenemos que decir que muchas de las escenas logradas
tenían su truco: esas águilas cazando en pleno vuelo solían ser sus propias
águilas amaestradas —con tiempo y paciencia—
que tomaban del aire lo que se les lanzaba: grajillas, urracas, etc.;
aunque la realidad sea que las no amaestradas comen más caza que contracaza (como
él intentaba hacernos ver). En la vida de las avutardas llegaba a trucajes
fabulosos, como fue el presentar como macho una hembra, lintada y con bigotes
pegados, como me comenta hizo en la granja de avutardas de Cáceres. Pero todo
era perdonable, porque el producto era lograr algo lo más parecido a lo
natural, cosa que conseguía en todas sus filmaciones.
No obstante, su manía era la defensa a ultranza de determinadas
especies, muchas veces en detrimento de las de caza, y aún de los propios
cazadores, para lograr protección de ellas (de la contracaza, presentándola en
trance de desaparecer). Encomiable el deseo, pero no siempre cierto, porque
ahora se ha logrado un desequilibrio contrario como es la proliferación de alimañas
y contracaza, como puede ver cualquiera que salga el campo en el que hay más águilas,
más zorras, lobos y especies alimañeras que especies cazabes. Todo sea dicho
con el máximo respeto a Félix y sus seguidores.
Diario HOY, 25 de mayo de 1984
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