domingo, 5 de noviembre de 2017

El gran comilón de Yuste


Aunque el investigador cacereño, Domingo Sánchez Loro, se ha ocupado mucho del tema de la estancia del Emperador Carlos V en Yuste, hay algo que está por contar, o al menos, por divulgar, cual es lo comilón que era nuestro buen Emperador Carlos I. Pedro Antonio de Alarcón, en su libro “Viajes por España”, se ocupa de ello al referirse a Yuste, y dice “Carlos V fue el más comilón de los emperadores habidos y por haber. Era más flamenco que español, sobre todo en la mesa, y maravilla leer (porque todo está escrito) el ingenio, verdaderamente propio de un gran jefe de estado mayor militar, con que se resolvía la gran cuestión de las vituallas, proporcionándose en aquella soledad de Yuste los más raros y exquisitos manjares, para que no faltaran en las despensas los pescados de todos los mares, las aves más renombradas de Europa, las carnes, frutas y conservas de todo el universo. Se comía ostras frescas.”
Muchos imaginan que la gran piscina o alberca que hay al lado de las habitaciones del emperador, y que se construyó entonces, era para recreo de la vista o para que Carlos I pescara en ella, pero la realidad es que era un depósito de los más exquisitos peces de río para abastecimiento del propio emperador que los utilizaba más para recreo del paladar y del estómago. Carlos I usaba aperitivos de gran fuerza y comidas cada vez más abundantes y sofisticadas, hasta el punto de que uno de sus mayordomos, el barón de Montfalconnet, aludiendo un día a la afición que sentía por los relojes que le fabricaba Juanelo Turriano, le dijo “No sé ya cómo complacer a Vuestra Majestad, como no sea haciéndole un plato de relojes…”
Se dice que de ellos tenía una impresionante colección y hasta comentaba: “He querido aunar diez pueblos, y no soy capaz de que estos relojes a los que doy cuerda cada día, den a la vez la misma hora, por lo que puede deducirse lo difícil de poner de acuerdo a los pueblos…”
Diario HOY, 1 de mayo de 1984

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