Desde luego en Cáceres nunca ha tenido mucho relieve la llamada “Fiesta del libro” que también estamos
celebrando. Pienso yo que la coincidencia aquí de esta fiesta con las
patronales de San Jorge y con la bajada de la Virgen de la Montaña, que también
suele caer por ahora, han restado lo que podríamos llamar interés popular, y
más que ello, el que los organizadores de la primera, que han sido siempre las
comisiones municipales, orientaban su atención hacia las patronales y de no
haber una iniciativa de los propios libreros de la ciudad —que alguna vez hubo—
la fiesta se quedaba en nada: en la rebaja de un diez por ciento en el precio
de los libros comprados en la semana y pare usted de contar.
De cuatro años a esta parte, con las “Ferias del Libro Antiguo y de Ocasión”, se ha hecho un poco más en
este sentido, pero no es bastante, si pensamos que, según las estadísticas, un 50
por ciento de los españoles no han leído un libro en su vida (si no es por
obligación, entiendo yo) y creo que en Extremadura ese tanto por ciento es aún
mayor. ¿Por qué ha sucedido esto?, pienso yo que esta incuria viene de siglos y
uno todavía ha abarcado los tiempos en que leer era casi un pecado, algo
censurable, que hacían los desocupados. Recuerdo las recomendaciones de algún
maestro que utilizaba el refrán: “Las
novelas, no verlas”, es más, para leer la Biblia había que pedir permiso a
un sacerdote y no siempre lo daba. Había como una consigna tácita contra la lectura
que algunos relacionan con las diatribas que el propio Cervantes hace contra
los malos libros de caballería, aunque interpretándolo mal, o tomando el rábano
por las hojas. La estupidez mayor contra la lectura la lanzó un Ministerio de
Cultura español de no hace tanto, al poner en circulación el slogan “Un libro al año no haee daño”, porque lo
verdaderamente dañoso es leer un solo libro al año.
Diario HOY, 25 de abril de 1984
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