Nuestras corporaciones están por los “macroplanes”, olvidando los “miniplanes”
de la atención diaria. Pienso yo que en esto como en el refrán de “vale más pájaro en mano que ciento volando”,
primero hay que tener el pájaro en la mano y no dejarle marchar impresionados
por el centenar que vuelan y que teorizamos con apresar en alguna ocasión.
Me explicaré para que cualquiera lo entienda: por ejemplo, el tener en
estudio o teoría un plan vial para toda la ciudad —hace ya años— no debe
implicar el no atender el tráfico, no crear aparcamientos y encogerse de hombros
diciéndose aquello de: “Bueno, si todo lo
vamos a arreglar cuando pongamos el plan total en marcha…”. Lo mismo
podríamos decir del plan de rehabilitación de la ciudad monumental, que no debe
implicar el abandono de ésta, sino el seguir con las atenciones de reponer su
alumbrado actual, vigilar sus calles, reparar lo que se deteriora y no fiarlo todo a que se ponga en
marcha el “macroplan”, que sabe Dios
cuándo podrá hacerse. Lo mismo podríamos decir del “libro blanco” sobre las necesidades de la provincia, que se
concluirá a finales de año; o del programa de rehabilitación de toxicómanos,
que no debe implicar el abandonar la persecución del tráfico de drogas; o de la
reforma del Plan General de Ordenación Urbana, que no debe implicar ordenar lo
ordenable, mientras éste llega. Les viene pasando a nuestras autoridades
responsables lo de aquel que se va a cambiar de casa comprando un piso nuevo,
que mientras éste llega abandona la atención a la vivienda actual, que acaba convirtiéndose
en inhabitable porque todo el esfuerzo se orienta hacia el futuro imaginado.
Precisamente el gobernar lo actual implica el atenderlo puntualmente, evitando
su deterioro, aunque se siga trabajando para el futuro, porque una cosa no debe ser pretexto de
abandono de la otra.
Diario HOY, 22 de abril de 1984
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