(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
La noticia de la marcha no ha caído bien en Cáceres, porque en su
corazón ya se habían ganado un hueco. Me estoy refiriendo a la anunciada marcha
de nuestros vecinos (ya que viven en la misma casa de la redacción de HOY en
Cáceres), los jesuitas, que llevan ya 25 años entre nosotros. Veinticinco años
ya, y parece que fue ayer cuando llegó aquí la humanidad del padre Sevilla.
Después, como contraposición física, llegaría el menudo padre Solís, cuya voz y
corazón no le caben en el cuerpo, y el padre Javier y el padre Manuel y alguno
más, a hacer algo importante en Cáceres, a ser una parte de Cáceres, que nos
duele nos arranquen ahora.
Ellos, la Compañía, tienen y deben una obediencia, y callarán y
cumplirán, como siempre, a esas razones de que hacen falta en otro sitio ¿Pero
es que aquí no hacen falta? Nuestra gente no lo entiende así y han comenzado a
recabar unos pliegos de firmas para que no se vayan.
Es curioso el impacto que, históricamente, ha dejado la Compañía de
Jesús a su paso por Cáceres, paso siempre breve y rápido. Habría que meditar
sobre ello. La primera vez estuvieron solamente 12 años y de ese breve paso
quedaron entrañables recuerdos en Cáceres: el antiguo Instituto, que fue su
convento; la iglesia de San Francisco Javier (que ahora tienen “Los Preciosos”), el nombre de Cuesta de
la Compañía en una de nuestras calles, y entonces sólo estuvieron 12 años,
desde el 13 de mayo de 1755 al 1767 en que sobrevino la inexplicable expulsión
de la Compañía de toda España.
No se fueron por gusto, sino por obediencia, como sucederá ahora, pero
si aquellos 12 años en Cáceres dejaron honda huella, estos 25 años de ahora la
dejarán aún más profunda. La prueba son esos pliegos de firmas que han partido
de abajo, del hombre sencillo, el del pueblo, no del potentado, porque será el
hombre del pueblo el que más sienta su marcha. Yo tengo fe en que la Compañía
de Jesús no desaparezca otra vez de Cáceres, entre otras razones porque algo
bueno están operando en nuestra juventud, que frecuenta su casa. Cáceres,
pienso que los necesita y no debería correr la mala suerte que la primera vez.
Diario HOY, 21 de junio de 1984
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