La transformación urbana sufrida por Cáceres en estos últimos 50 años
ha sido tan grande que ahora, aún a los que la vivieron, les es difícil
identificar en fotografías antiguas algunos de los lugares. Por ejemplo, toda
la avenida de la Virgen de la Montaña está realizada desde la época de la
República, cuando aquello aún era campo, hasta nuestros días. Cuando esta
avenida tomó la forma que hoy tiene fue a raíz de construir en Cáceres las
primeras viviendas protegidas de ella, que eran de las primeras que se
hicieron, para lo que se montó un largo funicular que transportaba piedras
desde lo alto del santuario de la Montaña al pie de obra. Dicho funicular
atravesaba varios kilómetros de línea aérea a través del Rodeo y hasta hubo
algún percance, ya que los chavales de aquel entonces —entre los que me
contaba— tomaron la costumbre de “viajar”
gratuitamente en las vagonetas vacías que subían, burlando la vigilancia de los
encargados del funicular. Para las nuevas generaciones el ver la fotografía de
aquel funicular, que funcionó varios años, es algo que no encaja con el Cáceres
que conocen.
Otra avenida hecha totalmente de forma artificial es la llamada
popularmente de Las Acacias, o de Nuestra Señora de Guadalupe. Donde está
ahora la avenida había una profunda sima, y en la parte de su arranque, donde
están hoy los hoteles Extremadura y Alcántara, un alto cerro que desde época
anterior a la guerra civil se fue desmontando y allanando, llevando su tierra
mediante unos carriles con vagonetas, hasta la sima que indico para rellenarla
y formar, muy posteriormente, el promontorio por donde hoy discurre la avenida.
También esas vagonetas eran objeto de juegos infantiles y, cuando los obreros
dejaban la obra, los chavales de entonces montaban en ellas para dejarlas
sueltas por el carril y saltar, con vagones y todo, al vacío de la sima en un
peligrosísimo juego que proporcionó algunos accidentes en los que la parte más
difícil era contar en casa cómo se había accidentado uno.
Son, si ustedes quieren, antiguos recuerdos de un Cáceres inmediato y
desaparecido que hoy día nos parece insólito cuando le vemos reflejado en
viejas fotografías. También recuerdan los juegos infantiles de entonces que no
eran “todo lo santos” que dicen los
mayores.
Diario HOY, 8 de abril de 1984
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