Apretar las clavijas

Hacienda ha variado de método, y ha pasado de la recomendación y el consejo afectuoso a la amenaza al que defraude. No sé si recuerdan ustedes aquellos “slogans” de hace unos años, con los que nos bombardearon diciéndonos aquello de que: “Hacienda somos todos”, para despertarnos esa solidaridad que no acaba de aparecer en algunos y que se chafó por el “pitorreito” de completarlo con la frase; “en efecto, somos todos, unos los que aprietan y otros los que aguantan el apretón”. Yo no sé si es que el español que puede hacerlo, por el fondo de picaresca que tenemos, trata de pagar lo menos posible amparándose en que los de arriba son los que menos se aprietan el cinturón, pero lo que sí sé es que los métodos han variado y del tratar de convencer por las buenas, ahora se trata de convencer por las malas. Boyer lo ha dicho muy claramente que se publicarán las listas de defraudadores, que el asunto tendrá un carácter de delito fiscal, para el que defraude más de cinco millones; y lo malo es que al oír esto de los cinco millones, en vez de echarnos a temblar, en el fondo cada cual se dice: “quién pudiera”, porque con lo que uno gana esa cifra le suena a chino, y hasta anda preocupado por su propia declaración de “las cuatro perrillas” para ir tirando.

“¿Oiga, pero es que hay tíos que defraudan más de los cinco millones?”, se pregunta uno, al que a lo mejor por unos cientos de pesetas les han tenido sin dormir. Es más, el reto sale hasta en televisión, con un corro en el que cada cuatro personas una está de espaldas, el defraudador, y se le pide que dé la cara. Pues oiga, por mí y por muchos como yo —que somos la mayoría— que se aprieten las clavijas, porque con esto de Hacienda —hasta ahora— suele suceder como con la droga, que en las redadas sólo cazan a los pequeños traficantes o defraudadores de “chicha y nabo”, mientras los “pájaros gordos” siguen tan ricamente haciendo lo que les viene en gana.

Diario HOY, 1 de junio de 1984