Es la comidilla diaria la película, basada en una novela de Delibes, “Los santos inocentes”. Está registrando
llenos diarios en la sala donde se proyecta porque no en vano el tema es de
Extremadura y lo suficientemente aireado como para que los extremeños vayamos a
ver qué parte de Extremadura se ha retratado en la película. Al salir de la
proyección hay diversos impulsos contrapuestos en los espectadores: desde el
que sale diciendo que la tal película es un insulto a nuestra tierra y nuestras
gentes, hasta el que reconoce que la situación es o ha sido cierta y que está bien
el que se airee y se sepan los abusos que aquí han venido pasando. Por lo dicho,
y como un espectador más, voy a decir lo que a mí me ha parecido.
Hay que comenzar diciendo que técnicamente la película no tiene tacha
y que la interpretación de Paco Rabal y Alfredo Landa —por citar sólo a dos a
los que mundialmente se les ha reconocido— es genial. Sin entrar en las
intenciones puede parecer que se ha tratado de actualizar y denunciar un
problema que aquí ha existido, del que creemos buenamente que ha pasado a la
historia, aunque quede algún caso aislado, que no puede ser generalidad.
La novela de Delibes se refiere más bien a principios de siglo y hay
que reconocer que eso en aquella época existía, aunque se dude de que exista
ahora, cosa esta última que es piedra de discusión y aun de escándalo. Tenemos
que reconocer que en nuestra tierra ha habido abusos caciquiles de todo tipo.
Un ejemplo podría ser el que en Trujillo no hay una fábrica de hilaturas porque
a un cacique de entonces se le ocurrió pensar que ello podría encarecer el
servicio doméstico; por tanto no podemos negar estas evidencias.
Yo pienso que esto es como un espejo, que refleja la imagen de lo que
se pone delante, aunque no nos guste y aunque ya la imagen sea otra.
Diario HOY, 2 de junio de 1984
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