(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Pienso yo que los que están en la organización de las cosas de la
Semana Santa, bien cofradías, juntas de las mismas, mayordomos, o los
responsables de todo ese culto externo y popular que son las procesiones y sus
desfiles, deberían hacer un homenaje a Teresa “la Navera”.
Si usted es forastero, amigo lector, no conocerá quién es Teresa “la Navera” pero yo voy a tratar
decírselo en cuatro palabras, aunque me quede mucho por decir, porque de Teresa
Macías hay para escribir un verdadero tratado de cacereñismo y extremeñismo.
Teresa, que tiene sus muchos años, es la única cantante cacereña que, por puro
gusto, sigue manteniendo una tradición perdida casi en Extremadura, como es la
de cantar saetas en las procesiones de Semana Santa.
Quizás, en casi 70 años, no ha faltado su voz, en las procesiones de
madrugada de nuestra Semana Mayor. Es la única que sigue manteniendo el estilo
de la llamada saeta cacereña, ya casi totalmente desapercibida, y la que se ha
quedado prácticamente sola entonando este canto serio, sin adornos, como una
oración nacida del alma, a la que le faltan las florituras de la saeta andaluza
pero, que por ello, es más profunda aún. Hace ya años había todavía quien
competía con ella, en ese torneo nocturno, al paso de las procesiones, pero
poco a poco ha quedado ella sola como representante de un estilo peculiar. No
digo que no sepan entonarla otros cantaores más jóvenes, como es el propio “Niño de la Rivera”, “Dieguito de Cáceres” y aún el
desaparecido “Porrina de Badajoz”,
pero ellos prefirieron el estilo andaluz de mayor lucimiento. Teresa es ya, con
su cante, una verdadera pieza de museo, por eso digo que bien merecía ese
homenaje de que hablo y que yo le hago, desde estas líneas, por su cacereñismo
y extremeñismo que bien merecen este recuerdo, al filo de la Semana Santa.
Diario HOY, 19 de abril de 1984
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