A cuenta de la restauración real y absolutista de Fernando VII, que
abolió la Constitución tras de haberla jurado, Cáceres sufrió lo suyo. Por esas
fechas, concretamente el día 12 de octubre de 1823 se presentó en Cáceres Juan
Martín “El Empecinado” con sus
tropas, para reponer el gobierno constitucional. Nuestros convecinos de aquel
entonces le hicieron heroica resistencia, obligándole a retirarse hasta Casar
de Cáceres, donde repuso sus exiguas fuerzas y desde donde se cruzaron
emisarios; los del “Empecinado”
pidiendo volviera a abrazarse la Constitución y los de Cáceres manifestándose a
favor del rey y pidiendo depusieran las armas los “guerrilleros”. Así las cosas, “El
Empecinado” volvió a atacar la villa el día 17, logrando tomarla tras
vencer la heroica resistencia del paisanaje.
Ni que decir tiene que Juan Martín “El Empecinado” se sació de sangre tras ello, pereciendo treinta y
ocho personas, de las que tres fueron muertas en la acción, cinco fusiladas en
la plaza publica y los restantes asesinados a mansalva, hiriendo y maltratando
a otras treinta y cinco personas, incendiando veintinueve casas que
desaparecieron y medio destruyendo otras cuarenta y dos, entre ellas el Convento
de San Francisco, que utilizó como cuartel general de su tropa durante los días
que permaneció en Cáceres y que quedó quemado en parte, siendo pocas las casas
que se libraron del saqueo.
El guerrillero, tras lograr su botín marchó de la villa que volvió a
rendir pleitesía al nefasto rey español y abarcó de nuevo el absolutismo, por
lo que el gobierno real, agradecido a la heroicidad de Cáceres, mandó levantar
un monumento en la plaza pública para “perpetuar
el heroico comportamiento cacereño” mandando también que las viudas de los
que perecieron fueran socorridas por el montepío militar con dos reales
diarios.
El monumento no se levantó nunca y, no sabemos si las pensiones
corrieron la misma suerte, lo que es de sospechar dadas las reales veleidades
de Fernando VII.
Diario HOY, 15 de abril de 1984
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