Ya estoy de vuelta de esas pequeñas vacaciones que les anunciaba en mi
última “ventana” del pasado día uno.
Digo pequeñas, porque las vacaciones siempre lo resultan, aunque el contacto
con ustedes sea también muy grato.
Ello me ha dado ocasión de leer las estadísticas oficiales sobre el
turismo extranjero que nos visita y contrastar con la realidad lo que hay de
cierto en ellas, al menos en algunos puntos visitados en los que este turismo
que antes era masivo se ha reducido de una manera verdaderamente alarmante para
los hoteles y las agencias de turismo.
En unos y en otros me han dado razones de esta reducción, que no sé si
se han dicho oficialmente, pero que he podido comprobar que son totalmente
ciertas. Se basan principalmente en la carestía de nuestra oferta y en la
inseguridad en que ahora se encuentra el turista, por el alarmante aumento de
la delincuencia. El aumento de la presión fiscal que repercutía en los precios
han desviado de forma drástica ese turismo hacia naciones que lo ofrecen más
barato y con ventajas parecidas, aunque tengan menos experiencia —que irán sin
duda adquiriendo, como nos pasó a nosotros en los años 60—. Se une a todo la
inseguridad ciudadana que atañe directamente a este turismo, sobre la que todo
lo que se diga es poco, por mucho despliegue policial que se haga. El turista,
nacional o extranjero, en muchos de estos sitios no pueden salir de noche a no
ser en amplios grupos, porque el asalto de navajeros y “chorizos” es continuo. Se acabó eso tan grato del baño nocturno en
una playa solitaria, a menos que uno se exponga a volver al hotel con una mano
atrás y otra adelante —como suele decirse—. El coche es continuo objeto de
raterías, aunque se deje en el aparcamiento más o menos vigilado del hotel.
Según me dijeron se busca en ellos el llevarse la documentación, objetos de
valor, la radio o cualquier cosa que contenga el vehículo, y es desolador el
saber que aún casi se roban delante de la fuerza pública, que no da abasto con
los tironeros, carteristas y el trabajo que todo ello acumula, hasta el punto
de recomendar que si el robo no es mucho, no se denuncie siquiera. Como verán,
con este panorama, no debe extrañar que el turista extranjero busque sitios de
mayor seguridad y más baratos.
Puede que oficialmente les digan que todo está controlado, pero el
hecho es ese y no puede negarse.
Diario HOY, 18 de julio de 1984
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