Desde luego el año meteorológico es de lo más raro que pueda darse.
Tras de un invierno en el que ha llovido lo que no nos llovió en los tres años
de sequía, al menos aquí en Cáceres, se nos presentó un domingo tormentoso,
descargando una de las más terroríficas tormentas en la capital y alrededores
que, aparte de dejar sin luz a muchos pueblos de esa zona, descargó un “tortazo” de agua sobre el campo —por si
había poco con lo ya caído— y tuvo tal aparato eléctrico que en plena noche y
casi hasta el amanecer, la iluminación a base de rayos, centellas y truenos
eran tan continua que se veía como en pleno día. Era una tormenta como para
verla desde el campo, ya que en la ciudad estas cosas se notan menos, o estar
viajando en coche por esas carreteras de Dios y ver el vehículo circundado de
rayos, centellas, chispas, aparte del tortazo de agua que no dejaba ver la
carretera. Puedo decir que a algún conocido, que le cogió en estas circunstancias
prefirió interrumpir el viaje y refugiarse en el pueblo más próximo a ver si cesaba
el aparato eléctrico, que no cesó hasta casi la mañana ya que fue de las que se
dan muy de tarde en tarde.
Ni que decir tiene que esta ha sido la comidilla o el tema de
conversación de ayer, en el que no faltaba algún chusco que decía que era un
castigo por lo mal que lo había hecho la selección española de fútbol, ya que
el acontecimiento comenzó casi al finalizar la retransmisión del partido Había
quien se lo tomaba en serio, ya que este fenómeno ha sido local, y hablaba de
la peligrosidad de estos fenómenos sobe todo estando viajando con un automóvil.
Pues bien, uno que ha sido cazador y ha aguantado algunas, puede
asegurar que el lugar más seguro es el propio coche donde, que se sepa, nunca
ha caído un rayo sobre ellos. Al parecer hay una explicación científica, que no
vamos a dar, por larga.
Diario HOY, 19 de junio de 1984
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