Yo no sé si ustedes recuerdan a “los
estampillados”. Los estampillados solía llamarse en nuestra guerra civil, a
los oficiales o mandos hechos a toda prisa para ponerse a la cabeza de las
tropas voluntarias que luchaban en los frentes, porque no había suficientes
oficiales de carrera y porque había que
formar nuevas unidades que fueran reemplazando a las que morían en dichos
frentes. No se les exigía mucho, sino más bien el valor “que se les presuponía” y el arroyo suficiente para jugársela al
frente de una unidad, lo que fue muy atractivo para la juventud de aquel
entonces que asistían en gran número a los cursos acelerados de formación; en muchos
casos por ideales, en otros más porque lucir un uniforme de oficial con una
estrella era muy bonito, aunque uno se jugara la vida, y en otros —y hay casos
que así lo demuestran— porque de salir con vida se había logrado una carrera
militar y un puesto apetecible. Muchos, la mayoría, quedaron en el intento y
hasta llegó a correr el dicho de: “Alférez
provisional, cadáver efectivo”.
Lo de llamarles “estampillados”
era porque las estrellas o los galones se llevaban sobre una estampilla y no en
la bocamanga como los de carrera. Con todo, hay que reconocer que aquella
provisionalidad dio sus frutos y ello lo reseñan calles con sus nombres o
monumentos diversos a este tipo de oficiales improvisados para un tiempo
azaroso.
Dicho esto, pienso yo que ahora —aun en tiempos de paz— vivimos
también un momento azaroso de nuestra historia, en los que también ha habido
que fiar a la improvisación muchas cosas. Por ejemplo, hemos pasado a la España
de las autonomías, de la España que tenía un gobierno único y monocolor, con un
único número de ministros en cada ramo que se han tenido que desdoblar en cada
una de las comunidades autónomas, o sea, que de tener un solo ministro de
Agricultura, de Cultura, de Sanidad, etc. para todo el territorio, hemos pasado
a tener además 17 en cada ramo, en las 17 autonomías en las que ahora se ha
dividido España, aunque se los llame en ellas consejeros. Para mí esto implica
un paralelismo con los estampillados de entonces y son por tanto “ministros estampillados” que ya veremos
qué resultado nos dan.
Esperemos que el tiempo y las circunstancias les hagan ir “aprendiendo el oficio”.
Diario HOY, 29 de junio de 1984
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