La “ventana” de hoy no puede
por menos que recoger la popularidad que entrañó, ayer mismo, el homenaje mutuo
que Cáceres le dio al maestro Solano, y el maestro le dio a Cáceres, porque en
todo ello hubo un efecto de ósmosis que volvió la oración por pasiva y ya no
sabía uno si era Cáceres o el maestro el que recibían el homenaje.
La pléyade de artistas que acompañó al maestro hicieron ese homenaje a
su persona pero también a su Cáceres natal, porque lo más curioso de todo eso
es que el homenaje, para decirlo con palabras musicales, se salió de la “partitura” y se metió en el “improntus”; se salió de lo programado
con el cerebro para meterse en la improvisación de lo que programa el corazón. Lo
popular rebasó lo oficial, y ello fue el mejor acierto que el homenaje tuvo.
La cosa comenzó en la calle Soledad, en la que había nacido el maestro
Solano, Juanito Solano para los cacereños y Juanito Solano para Cáceres. Lolita
Sevilla improvisó una canción, a pleno pulmón y en la cale, que fue la
consecuencia de dejar el protocolo y entrar de lleno en el afecto. Se sumaron
otros, se hicieron coro todos los presentes, cantó el propio Juanito Solano, se
bailó “El Redoble” —el himno
folklórico de Cáceres— y Juanito Solano se sintió transportado a sus años mozos
y de niñez, porque el vecindario de la calle se sumó, espontáneamente, a todo
ello.
Había quien recordaba cuando tocaba el piano en “Los Luises”, vistiendo pantalón corto; alguna vieja vecina le
recordó sus diabluras de infancia. Se agolparon los recuerdos y él mismo se vio
niño jugueteando en la imprenta de su padre, Máximo Solano, y quedándose
extasiado con las canciones que “Miguel
el Ciego” tocaba en su vieja guitarra, o recorriendo las calles
acompañando, como un muchacho más, a la banda de música que dirigía don Arturo.
La vieja casa y las viejas gentes volvieron a metérsele de rondón en
el corazón que, a punto de estallar, optó por el consuelo de las lágrimas o por
cantar su viejo “Redoble”, que todo
el pueblo, el autóctono y el llegado, corearon, bailaron o palmearon en ese
homenaje mutuo de que hablamos.
Juanito Solano está donde estuvo siempre, en el propio corazón de
Cáceres.
Diario HOY, 30 de junio de 1984
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