martes, 25 de julio de 2017

Dionisio y Manolo


Me ha complacido, por doble razón, el participar ayer —como un invitado más— en la entrega del premio de periodismo “Dionisio Acedo”, instituido por la Diputación de Cáceres, que se le adjudicó a nuestro redactor jefe, compañero y amigo, Manolo García Carmona. Me ha complacido, digo, por la doble razón de entregárselo a Manolo, que creo tiene méritos suficientes y sobrados para merecerlo, como con acierto ha estimado el jurado que lo concede, y porque creo que la labor de García Carmona y sus méritos siguen esa línea de honradez profesional seria y callada —sin buscar el relumbrón— que trazara el propio Dionisio Acedo, al que conocí, traté y admiré, porque a los hombres profundamente buenos y honrados —como son ambos casos— hay que conocerlos a fondo para saber todo lo que encierran, ya que eso, por esa misma constitucional sencillez, tratan muchas veces de disimular sus propios méritos.
Dicho esto, y porque destacar los méritos del compañero y amigo, siendo uno de la propia casa, pudiera parecer adulación, voy a centrarme en la forma de ser del Dionisio Acedo que yo conocí, traté y admiré de una manera íntima. El decano de la prensa de Cáceres le llamamos en vida, y con su forma de ser fue el mentor —en cierto modo— de las generaciones de periodistas que le seguimos. Dionisio era un hombre profundamente culto que, quizás por eso de su timidez, no hacía alarde de su propia cultura; pero al lado de ello, tenía un profundo sentido del humor —característica de los hombres inteligentes— que conocíamos solamente los que llegamos a intimar con él. Por bueno a veces se pasa y alguna vez yo le embromé diciéndole:
— “Tú, por no acomplejar a un cojo —por ejemplo— comienzas también a cojear y consigues el efecto contrario, que es hacerle pensar que le haces burla”… Él reía con la broma y seguía con su innata bondad que en el fondo todos admirábamos. Era un hombre metódico que no bebía bebidas alcohólicas, pero gustaba mucho de invitar a los compañeros y para poner más énfasis en la invitación solía bromear diciendo: “O me aceptas una copa, o me permites que te de su importe en metálico”, con lo que nos hacía reír, que era de lo que trataba. Yo sé que anoche, en la entrega a Manolo de su premio, su espíritu estuvo allí entre nosotros y que él disfrutó tanto como disfrutamos los que asistimos al acto… por ese paralelismo de que hablo al principio.
Diario HOY, 13 de diciembre de 1981

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