Me ha complacido, por doble razón, el participar ayer —como un
invitado más— en la entrega del premio de periodismo “Dionisio Acedo”, instituido
por la Diputación de Cáceres, que se le adjudicó a nuestro redactor jefe,
compañero y amigo, Manolo García Carmona. Me ha complacido, digo, por la doble
razón de entregárselo a Manolo, que creo tiene méritos suficientes y sobrados
para merecerlo, como con acierto ha estimado el jurado que lo concede, y porque
creo que la labor de García Carmona y sus méritos siguen esa línea de honradez
profesional seria y callada —sin buscar el relumbrón— que trazara el propio Dionisio
Acedo, al que conocí, traté y admiré, porque a los hombres profundamente buenos
y honrados —como son ambos casos— hay que conocerlos a fondo para saber todo lo
que encierran, ya que eso, por esa misma constitucional sencillez, tratan
muchas veces de disimular sus propios méritos.
Dicho esto, y porque destacar los méritos del compañero y amigo,
siendo uno de la propia casa, pudiera parecer adulación, voy a centrarme en la
forma de ser del Dionisio Acedo que yo conocí, traté y admiré de una manera íntima.
El decano de la prensa de Cáceres le llamamos en vida, y con su forma de ser
fue el mentor —en cierto modo— de las generaciones de periodistas que le
seguimos. Dionisio era un hombre profundamente culto que, quizás por eso de su
timidez, no hacía alarde de su propia cultura; pero al lado de ello, tenía un
profundo sentido del humor —característica de los hombres inteligentes— que
conocíamos solamente los que llegamos a intimar con él. Por bueno a veces se
pasa y alguna vez yo le embromé diciéndole:
— “Tú, por no acomplejar a un cojo —por ejemplo— comienzas también a
cojear y consigues el efecto contrario, que es hacerle pensar que le haces
burla”… Él reía con la broma y seguía con su innata bondad que en el fondo
todos admirábamos. Era un hombre metódico que no bebía bebidas alcohólicas,
pero gustaba mucho de invitar a los compañeros y para poner más énfasis en la
invitación solía bromear diciendo: “O me aceptas una copa, o me permites que te
de su importe en metálico”, con lo que nos hacía reír, que era de lo que
trataba. Yo sé que anoche, en la entrega a Manolo de su premio, su espíritu
estuvo allí entre nosotros y que él disfrutó tanto como disfrutamos los que
asistimos al acto… por ese paralelismo de que hablo al principio.
Diario HOY, 13 de diciembre de 1981
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